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Liga BBVA | Barcelona

El barcelonismo respira tranquilo, Messi dos semanas de baja

Sufre una distensión de ligamento que le hará perderse los dos próximos partidos.

Actualizado a
<b>POR SU PROPIO PIE. </b>Messi, en el momento de abandonar el hospital tras realizarse una resonancia magnética.
A. QUINTAS

Menos de una hora duró el suspense que mantuvo durante la tarde-noche del domingo a los corazones barcelonistas en vilo y al borde del colapso. Poco antes de las once de la mañana, Leo Messi entraba en el Hospital de Barcelona al que llegó conduciendo su propio auto y justo antes del mediodía salía por su propio pie, sin ayuda de muletas, firmando autógrafos y sonriente. La tarascada de Ujfalusi se había quedado reducida a la mínima expresión, siempre dentro de la seriedad que supone la baja de un futbolista. Faltaba aún media hora para que el departameto de comunicación del Barcelona hiciera público un comunicado de prensa, pero la culerada ya podía respirar tranquila: el diagnóstico que avanzó el doctor Ricard Pruna en el Calderón se confirmaba. Messi no tenía rotura ósea y el zurriagazo del checo se quedaba en una distensión de ligamento. Dos semanas de baja.

La noche para Messi había sido toledana. Empezó fatal y acabó sonriendo. Esta es la historia de los hechos.

Messi abandonó el terreno de juego del Vicente Calderón absolutamente convencido de que se perdía, por lo menos, tres meses de competición, lloraba con las manos en la cara y con un huevo de avestruz por tobillo. Nada más ingresar en el vestuario, Ricard Pruna, médico del primer equipo, le tranquilizó descartando que no había fractura ósea. Dio en el clavo. Sus compañeros, preocupados, se temían lo peor. Por eso, cuando Ujfalusi se acercó al vestuario culé para disculparse, Milito, uno de los líderes de la plantilla, le recibió en el quicio de la puerta, impidiéndole la entrada. "Mejor le llamas mañana", le dijo.

La mano de Brau.

Si hay alguien en quien Messi tiene depositada toda su confianza ese es Juanjo Brau, fisioterapeuta del Barça, que le acompaña en todos los viajes con la selección albiceleste y conoce el cuerpo de Leo mejor que el propio interesado. Ayer, Brau, estaba a las ocho de la mañana en casa de Messi.

Fue él el que le acabó de tranquilizar y el que se comprometió a que, si fuera necesario, estuviera en Kazan. Lo que empezó en lágrimas, acabó en sonrisas.