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MALLORCA

Serra Ferrer, de los banquillos a los despachos

Lorenzo Serra Ferrer (Sa Pobla, 1953) ha dado un giro copernicano a su trayectoria profesional al cambiar los banquillos por los despachos y liderar al grupo de empresarios mallorquines y catalanes que hoy han adquirido la mayoría de las acciones del Mallorca.

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Serra Ferrer, de los banquillos a los despachos

El técnico que debutó como entrenador a principios de la década de los ochenta en el equipo de su pueblo, el Poblense, y que desde entonces ha dirigido al Mallorca, Betis, FC Barcelona y AEK de Atenas, se ha convertido en un accionista de referencia del club balear.

Sin importarle la elevada deuda que arrastra el Mallorca -entre 60 y 70 millones de euros- y de que el futuro de la entidad se debate en los juzgados en pleno proceso concursal, Serra Ferrer ha dado un paso adelante con el objetivo de rescatar al club de los números rojos y del olvido de su afición.

El entrenador, ahora copropietario del Mallorca, se ha propuesto varios objetivos, según ha anunciado a personas de su entorno, entre ellos, reducir la deuda de unos 70 millones de euros a la mitad a través de una severa política de austeridad económica, aunar experiencia y juventud en el primer equipo y potenciar la cantera.

Aunque le han solicitado que él mismo dirija al equipo desde el banquillo, al menos, en una primera etapa, Serra Ferrer no parece dispuesto a dejar los despachos, aunque tampoco se ha cerrado en banda ante esa posibilidad.

Conocido por el apodo de "El Brujo" por sus aciertos como técnico del Mallorca, Serra Ferrer echa cuentas y si la coyuntura deportiva le exige ponerse al frente de la plantilla, no dudará un instante, según afirman personas de su círculo más cercano.

La pasada temporada, siguió la Liga comentando los partidos para la televisión pública de Baleares, IB3, y sus opiniones, muy respetadas en la isla, tienen el mismo peso de aquellos años en los que hizo grande al Mallorca desde el puente de mando que más conoce: el banquillo.

Ahora, tiene por delante la complicada misión de reflotar a un club sumido en una crisis profunda, no sólo económica, ya que las gradas de Son Moix, con una promedio de asistencia de poco más de 12.000 aficionados, reflejan el desencanto de una afición a la que ni siquiera conmovió la clasificación para la Liga Europa.