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Liga BBVA | Mallorca 2 - Osasuna 0

Rubén y Keita tumbaron a un Osasuna muy plano

El Mallorca, práctico, recupera un puesto de Champions.

Actualizado a
Rubén y Keita tumbaron a un Osasuna muy plano

Catorce victorias en dieciséis partidos en el Ono Estadio. Así escribe el Mallorca un guión que espera le lleve a la Champions. Osasuna sólo fue la víctima en esa película.

El Mallorca se aferra a su sueño europeo gracias a que la confianza de los jugadores de Gregorio Manzano les hace superar todas las dificultades. Ayer tenía cinco bajas y éstas les hicieron perder algo de criterio en el centro (sin Mario Suárez) y frescura en las contras (por la ausencia de Chori Castro), pero dio un curso de suficiencia, bien dirigido por Borja Valero, y se encontró con el idilio con el gol de Rubén, quien en Zaragoza firmó el empate y ayer puso por delante a los bermellones.

Manzano adelantó a Mattioni y volvió a apostar por Varela, que hizo un gran partido ante el Valencia, en la izquierda. El brasileño demostró que muestra una mejor versión cuando tiene más recorrido y apenas creó peligro. Quien sí lo hizo fue Aduriz, aunque no llevara su apellido al apartado goleador del acta arbitral. El delantero guipuzcoano dejó la perla de la noche al estrellar un balón en el larguero tras una inteligente maniobra al borde del área.

Osasuna se mostró como un equipo muy plano y conformista. Sin la dirección del iraní Nekounam ni la pólvora de Pandiani, los de Camacho parece que llegaron a la isla cuando el árbitro pitó el inicio del segundo tiempo y en el marcador ya figuraba el gol de Rubén.

Cambio de cara.

A partir de ahí tuvo más presencia en el área del Mallorca. Juanfran y Aranda intentaron poner en aprietos a Aouate pero fue de forma muy atropellada y sin crear inquietud en el equipo de Manzano, que se sintió muy cómodo a la espera de una contra que cerrara el partido y le diera tres puntos que le devuelven al cuarto puesto. Y así ocurrió con el tanto que firmó Keita cuando el partido agonizaba.

En suma, el Mallorca hizo todo un ejercicio de practicidad ante un rival que supuestamente buscaba cruzar la frontera de los 40 puntos y por tanto de la salvación. Pero sólo consiguió su objetivo el equipo que tuvo intención ante la meta rival. Fue un justo premio.