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LIGA BBVA REAL MADRID-ALMERÍA

Cristiano gana el partido y pierde la cabeza

Dio un gol, marcó otro, provocó un penalti discutible, no le pitaron otro y fue expulsado de forma absurda. No estará en Valencia. El Almería remontó pero no pudo resistir.

Luis Nieto
Actualizado a
<b>Alterado</b>. Cristiano forzó un penalti, metió un gol y fue expulsado.
Alterado. Cristiano forzó un penalti, metió un gol y fue expulsado.REUTERS

El Madrid convirtió en thriller un partido que debió ser de carril y acabó convertido un relato de sucesos, casi todos relacionados con Cristiano Ronaldo. El portugués resultó providencial en la remontada blanca, pero acabó perdiendo la cabeza y ganándose una expulsión que le deja fuera del partido de Valencia. En ese alboroto final tuvo que ver la propensión del Madrid a jugar con fuego, aunque ayer prolongara sus buenos momentos más de lo habitual.

El Madrid tuvo el despegue vertical que lleva tres meses esperando el Bernabéu y alargó los muletazos más de lo habitual. Pellegrini entiende que el banquillo lo cura todo: un desplante de Granero, el carácter de Guti, la sequía de Raúl y la depresión de Benzema. Y hay que aplicarlo en varias dosis. Por eso repitió en el banquillo el francés y entró Van der Vaart, que pasó desenchufado su primera temporada en el club y ahora, cuando sólo dispone de ratitos, intenta levantar su carrera.

La cosa funcionó al principio porque el traje le cae como un guante al holandés, que es exactamente lo que se vio ayer: la punta de un rombo por detrás de dos delanteros. Ahí asoman sus dos mejores virtudes: el disparo desde la frontal y el último pase. Porque le falta velocidad para deslizarse a la banda y sentido táctico para jugar como segundo pivote, pero de enganche ofrece imaginación y sorpresa. Y así, con el holandés marcando el paso, Cristiano e Higuaín en punta y Granero y Marcelo haciendo grande el campo, el Madrid gobernó al Almería sin más oposición que la de fantástico Diego Alves, que pesa lo que Messi y Cristiano en el cuadro andaluz.

Pellegrini ha abdicado parcialmente de su renuncia a las bandas. Y perdiendo los principios también se puede ganar mucho. El Madrid buscó a izquierda y derecha y golpeó al marco almeriense con frecuencia. Alves sacó tres disparos en un minuto, Higuaín cruzó demasiado otro tiro franco y Granero remató al muñeco un servicio espectacular entre tres zagueros de Van der Vaart.

Aquello ocurrió antes de que Cristiano matara un cambio de juego de Albiol en la derecha y lo pusiera al borde del área pequeña donde Sergio Ramos, suspendido como un helicóptero medio metro por encima de su marcador, lo mandó a la red. El tanto aparentó importancia porque llegó en esos momentos que tan bien conoce el Bernabéu en los que el equipo se enfría, decae y peligra. Y también porque premió a Sergio Ramos, un futbolista que ha pasado demasiado tiempo lejos de su verdadero valor.

No hubo respuesta del Almería más allá de su portero, santificado de nuevo antes del descanso en dos balazos a quemarropa de Van der Vaart e Higuaín. Nadie había echado de menos a Kaká o Benzema, lo que habla bien de sus recambios y mal de su rendimiento.

Un Madrid estupefacto

Sin embargo, el equipo de Hugo Sánchez miró más allá de su propio cambio a la vuelta del vestuario y tuvo precisión de cirujano. Uche obligó a Casillas a justificar su presencia con un remate desde el borde del área con picante que el meta blanco sacó con su mano izquierda. Tres minutos después no pudo repetir cuando Soriano cruzó con la derecha a la red un centro de Crusat que pasó por los bigotes de cuatro defensas blancos sin que ninguno lo sacara del área.

Quedo estupefacto el Madrid más de lo que le convenía y Casillas volvió a ser abatido por una bala perdida. Uche controló en el área sin ninguno acoso y encontró el hueco a la media vuelta. El Bernabéu quedó paralizado.

Para entonces había entrado ya Benzema sustituyendo a Van der Vaart, que desde luego no era el primero en el ránking de deméritos. Y el Madrid tuvo que jugárselo al todo o nada. Creó dos grandes oportunidades y se tragó otras dos. Una ruleta rusa que le condujo al empate gracias a un gatillazo de Acasiete que no desperdició Higuaín. Un minuto después lo tuvo más fácil el argentino, en entrega de Cristiano, pero no cogió de lleno el balón. Errores así son los que ponen en solfa su condición de goleador.

Y entonces apareció Cristiano Ronaldo, con su rostro luminoso y su cara oculta. Provocó el penalti del 3-2 (tan discutible, porque Diego Alves tocó el balón, como claro lo había sido otro que le había hecho Chico minutos antes) y e hizo el 4-2, pero dejó dos gestos feísimos: la no celebración de tanto de Benzema tras su yerro de la pena máxima y las dos tarjetas que le costaron la expulsión y no le permitirán jugar en Valencia, la primera por enseñarle al mundo sus 3.000 abdominales diarios al celebrar el tanto y la segunda por un patadón infame a Juanma Ortiz que ya mereció la expulsión por sí misma. El Madrid le ha llorado mucho como para permitir que se borre en un duelo como el de Mestalla, aunque tenga que agradecerle los tres puntos de hoy.