Ander enhebra un hilo de oro

Liga Adelante | Real Zaragoza 1 - Girona 0

Ander enhebra un hilo de oro

Ander enhebra un hilo de oro

alfonso reyes / j. belver / josé aniés

Un pase prodigioso del canterano abrió el camino al gol de Braulio, que derribó al Girona

En términos bíblicos, el Zaragoza ganó porque Ander hizo pasar un camello por el ojo de una aguja. Por el senderito que abrió su pase entró el gol de Braulio y cabe entero el equipo de camino al Reino de los Cielos. Esa maravilla fue inexplicable, una goleta en una botella, una miniatura de porcelana. Un balón delgado como una hebra de oro, que pasó entre medios y defensas del Girona para reunirse en el área con Braulio. El canario volvía a la vida tras su lesión y la de Ewerthon. Resucitó con gloria y a la hora exacta. Si el pase fue bonito, la finalización le hizo los honores. El gol tumbó a un Girona insolente, que había metido al Zaragoza en un pantano con su buen ejercicio colectivo, y al que hubo de contenerlo Toni Doblas.

El triunfo pone al Zaragoza con la proa hacia el ascenso. Y le quita al partido todas las dudas que había reunido durante más de 80 minutos. El fútbol no adoptó la equis como representación del empate por casualidad. Un equipo con la frecuencia de empates del Girona es exactamente eso: una incógnita. No le alcanza para la victoria pero sabe sostenerse por encima de la derrota. Sin aspavientos, le recortó el partido al Zaragoza y acabó por pisarle el área hasta asustarlo.

Desde el arranque quedó definido el encuentro que le esperaba al Zaragoza. Si había de cumplirse el pronóstico, sería por medio de un partido trabajoso. Así es la vida en Segunda y así está el Zaragoza. Si se le ocurre mirar a alguien por encima del hombro, corre el peligro de tropezar en un alcorque. Ayer alternó momentos de franca superioridad con pasajes vacíos. Ponzio mezclaba de un lado a otro, Caffa le dio más cantidad que contenido a su banda y Jorge López dibujaba algún arabesco. Pero las mejores ocasiones (hasta la explosión de Braulio) definen el caso. Fueron tres y tuvieron idéntica arquitectura: saques de esquina de Jorge López que Ayala cabeceó con rabia de caudillo. La última, un testarazo picado que el venezolano Ponzo arrancó de la misma línea de gol. Ponzo vestía camiseta amarilla y pantalón blanco, y esa combinación hacía recordar al Chino Banks. Hizo unas cuantas paradas con mérito para semejante comparación, sobre todo en la segunda mitad. Por cierto: de amarillo limón vestían Ponzo y también los tres colegiados. ¿Algún problema? A Pérez Riverol le pareció que no. Pero luego le cambian a cualquier equipo su traje por un quítame allá las líneas del pantalón. Con esta gente lo más seguro es usar el color que ellos dejaron: el negro.

Lesión.

A consecuencia de la indefinición del partido, las tribunas alternaron aplausos cerrados con una ansiedad creciente. Esa sensación la subrayó aún más la retirada prematura al descanso de Ewerthon. La Romareda se comió el bocadillo con el aliento contenido, lo que es más difícil que decir Pamplona con dos polvorones en la boca. Y el gélido presagio se confirmó cuando el brasileño no regresó al campo. En ese instante, la gente empinó la bota y el estadio se llenó de agoreros que buscaban reconocimiento a sus peores vaticinios. Y nunca son pocos.

En el mientras tanto, Raúl Martín armó él solito un contraataque y lo terminó obligando a Toni Doblas a un pérfido escorzo. A continuación, el portero sevillano arqueó de nuevo el abdomen como una gamba para evitar un gol olímpico. El Girona se estaba poniendo simpático, pero no tenía ninguna gracia. Raúl Agné se puso rijoso. Metió al campo a Felipe Sanchón, aquel muchacho del Aris que ya la lió en la UEFA y que al poco de entrar puso un balonazo en el exterior de la red, después de que Gabri escapara entre los defensas del Zaragoza con su calva encendida como una centella. La Romareda se estaba llenando de fantasmas. Braulio estrelló en el palo un tiro a bocajarro y otro se lo rebotó Ponzo. A falta de otras virtudes, el partido tenía la intensidad de una pelea a cuchillo en el borde de un precipicio. Añadiría otra: la segunda amarilla a Dorca, que dispuso al Zaragoza para un largo asalto de 20 minutos. Ese tipo de suertes son las que alguien como Ander maneja bien. Orfebre callejero, artista del hambre, la bota de Ander hiló medio gol y Braulio lo completó. Al final, Goliath se había disfrazado de David: al Girona lo tumbó un muchacho.

Tercer triunfo consecutivo

El Zaragoza consiguió sumar tres partidos consecutivos con victoria. Después de ganarle al Sevilla Atlético (4-0) y al Xerez (1-2), ayer el conjunto de Marcelino añadió el triunfo sobre el Girona, lo que le permite encadenar un tres en raya por segunda vez esta temporada. Un mal registro pero que, al menos, llega en el mejor momento de la Liga: en el tramo final y decisivo.