El agua limpia las heridas, enriquece la tierra, da vida y... adquiere poder devastador cuando se enfurece. La lluvia se ha obsesionado con Sevilla recientemente y anoche destrozó la primera parte. El Athletic aprovechó el pantano en el que se convirtió el Sánchez Pizjuán para apoderarse del partido. Llorente redondeó el panorama favorable. Pero el drenaje actuó milagrosamente, secó la hierba y colocó una autopista a Navas, Capel y... Acosta. Duscher aprovechó el empuje y el argentino firmó la remontada. Fueron dos mundos, dos vidas, dos historias completamente distintas.

El agua prohibió la genialidad. La asociación a base de toques era una utopía. Sevilla y Athletic entendieron que era la noche del pelotazo largo y del fútbol directo. Las faltas cercanas al área y los córners se celebraban. En ese arte se aplicaron los dos equipos. El agua anegó las bandas y se cargó la creación de Navas y Adriano. Y este Sevilla sin alas deja de ser un águila imperial para convertirse en un periquito. Kanouté abandonó los medios y pivotó en el área. Romaric mandó un balón al larguero. Vélez, Yeste y Llorente negociaron con inteligencia los charcos. El Athletic se armó y supo aparecer con peligro. En un córner, Llorente aprovechó la colaboración de Palop. Iraizoz se sentía seguro.

Pero el agua desapareció en el descanso y todo cambió. El campo permitía jugar y el Athletic pareció aceptar el reto. Vélez pudo concretar una buena jugada de Yeste. Con esa acción desapareció la posibilidad de sentenciar y el Athletic se esfumó. El Sevilla comenzó a jugar al fútbol como no lo ha hecho en todo el año. Jiménez acertó dando la alternativa a Acosta, que reventó el partido. El grupo creció junto a él, acorraló al Athletic y firmó la remontada. Kanouté erró antes un penalti. Ya saben, el agua destroza vidas o las crea. San Mamés decidirá.

Control a Gurpegi

Carlos Gurpegi pasó anoche, por primera vez después de cumplir su sanción de dos años, el control antidopaje. Orbaiz también lo pasó.