San Mamés guarda la puerta a la gran final

copa del rey | sevilla 2 - athletic 1

San Mamés guarda la puerta a la gran final

San Mamés guarda la puerta a la gran final

AS

La Catedral decidirá aunque el Sevilla toma ventaja tras ganar por la mínima en el Sánchez Pizjuán en la ida de las semifinales de Copa. En un campo encharcado que puso en peligro la disputa del partido, los de Caparrós sacaron petróleo con un remate de cabeza de Llorente. El Sevilla apretó en la segunda parte con el césped en mejor estado. Duscher empató y en el descuento, después de que Kanouté fallara un penalti, Acosta marcó el gol del triunfo local.

Fue casi una batalla naval en la que durante muchos minutos ganó la inercia, la ilusión, la diferencia de estados de ánimo y hambre. Jiménez lo había avisado. Desde Bilbao llegaban ecos de un equipo en racha, de una afición -toda una ciudad, en realidad- volcada por un sueño que no había vivido desde 1984. Los sevillistas, al contrario, añoran tiempos recientes de brillo incomparable. Tiempos de Juande, de Poulsen o, sobre todo, tiempos de Alves, que parece haberse llevado hacia Barcelona el espíritu de un equipo ahora menos fiero, menos salvaje, menos peligroso. El Athletic, para colmo, también tenía de su lado los buenos augurios: el año de su último título también hubo inundaciones en Bilbao, también se enfrentó al sporting en cuartos... Por último, siempre que ha habido un Sevilla-Athletic en Copa (la última vez en la 79/80) con la ida en Sevilla ha sido el equipo bilbaíno el clasificado.

Para colmo de males, o para confirmar todos los temores de Jiménez, la lluvia descargó con saña durante todo el día en Sevilla hasta el punto de que el partido pendió de un hilo durante muchos minutos. Finalmente se jugó, pero el Pizjuán era, sobre todo en la primera parte, un puro charco en el que el balón frenaba o aceleraba caprichoso, un peligro para todos pero sobre todo para el de casa, para el que los daños podían ser mucho más difíciles de minimizar. Pronto se descubrió, en medio de una lucha de control y nervios, que el empate a cero se había convertido en un resultado nada desdeñable para los locales, toda vez que cualquier imprecisión o cualquier capricho del césped era pura jaqueca para la defensa correspondiente.

El Athletic viaja a lomos de Llorente

En este panorama el Athletic se sintió cómodo y salió envalentonado, confiado en sus fuerzas tras una marcha firme que incluye una buena colección de buenos resultados, remontadas reafirmantes incluidas. David López pudo marcar nada más salir del vestuario, pero remató alto un balón que Llorente se ingenió para poner en el borde del área. La jugada no fue casual sino un síntoma de los valores de este Athletic, que tiene en su delantero centro, que por fin está rompiendo en el gran jugador que siempre pareció, el alfa y el omega de su juego ofensivo. Llorente, y eso tiene un valor incalculable en un césped en malas condiciones, saca petróleo de cualquier balón, juega de espaldas, controla cualquier centro, saca remates y pases de gol cuando parece que se ha metido en agujeros negros... Él fue, por supuesto, el que disparó a su equipo al borde del descanso. primero probó a Palop, que respondió de maravilla para, dos minutos después, salir a destiempo en un saque de esquina y permitir que Llorente rematara a placer al fondo de las mallas. 0-1 y euforia rojiblanca, San Mamés a la vista como puente dorado hacia la gran final.

Antes de eso, el Sevilla dominó en medio de un enfrentamiento de fútbol frontal, de miedo y dictadura de la seguridad y el control. La fuerza de Romaric resultaba más decisiva para los de Jiménez que las filigranas que intentaba Navas. Y así, los sevillanos acumularon llegadas, barullos, córners y faltas al borde del área. Todas sin suerte porque, pese a lo mostrado en otros partidos, la defensa del Athletic se mostró firme por alto, recuperando viejos valores, e Iraizoz no falló en ninguna salida.

El Sevilla aprovecha la tregua de la lluvia

Tras el descanso, el Sevilla siguió en shock, sacudido por el mazazo de Llorente, un gigante que emergía una y otra vez en la refriega. En un Pizjuán contemplativo y sorprendentemente silencioso, el Athletic manejó el balón y rondó el cloroformo, la sentencia por la vía del k.o. Vélez no remachó en boca de gol un centro chut raso de David López. La sensación era que el el equipo de Caparrós tenía el dominio anímico y también el futbolístico, que el Sevilla parecía apocado, contrito. Así fue hasta que le surgieron heróes no anónimos pero sí poco habituales: Acosta y Duscher. El primero entró en el campo y despertó al Pizjuán con las primeras señales de vida de su equipo en la segunda parte: una contra vertiginosa que Koikili salvó en un buen acompañamiento defensivo. El joven argentino, con velocidad y gotas de talento, alteró el status quo del partido e inclinó el campo otra vez hacia la portería de Iraizoz. Pero fue un compatriota suyo, Duscher, el que firmó las tablas con un remate brutal tras varios rechaces en el área. Muy a su estilo, que no era muy distinto al del partido.

Para entonces el drenaje del Pizjuán jubaga a favor de los de Jiménez, recuperados y pujantes otra vez. Caparrós comprendió que el empate a uno era oro puro y frenó a su equipo. La salida de Balenciaga en lugar de Yeste fue la evidencia sobre un césped que recuperaba el tono y devolvía protagonismo a jugadores como Navas y Capel. El Sevilla, aunque no con una fuerza atroz, acumuló minutos en campo contrario, más domino que ocasiones reales. La recta final se acercaba pero los equipos no se desbocaban, quizá con el partido de vuelta en mente, ya que el resultado era excelente para el Athletic y un mal menor para el Sevilla.

Pero la noche se inventó un último giro, unas gotas del drama que jalona las noches de verdadera raza copera. Ya en los últimos diez minutos, Kanouté cayó en el área y Velasco Carballo señaló un penalti que pocos más que él vieron. Kanoute, que lo había provocado, envío el disparo al poste. El rechace le volvió a él sin tocar a ningún jugador. Iraizoz, por si acaso, salvó el segundo remate del delantero a bocajarro. El malí lo pudo arreglar después, en otro remate dentro del área que siguió a una ocasión del Athletic a balón parado. No era su noche, era la de Acosta. El menudo delantero, en el descuento, marcó tras un rechace de Duscher y puso en ventaja al Sevilla, que apuró el partido con fe hasta el final, como ante el Valencia, y recibió el premio a una mejora que viajó en paralelo a la recuperación del césped. El epitafio del partido mira a la leyenda de San Mamés, que volverá a abrir la puerta a una noche de fútbol grande. La vuelta está abierta, en el filo de un gol. La receta perfecta para la épica o el drama, para el éxito y el fracaso. San Mamés, sus viejos y sagrados valores, decidirá el finalista de esta Copa del Rey. Una buena noticia para el fútbol.