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Liga BBVA | Mallorca 0 - Real Madrid 3

Terapia de victorias

Tercer triunfo consecutivo del Madrid. Robben abrió la goleada a los dos minutos. El Mallorca fue una sombra. Raúl y Ramos también marcaron

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<b>MARCÓ EN EL PARTIDO 500. </b>Raúl celebró su medio millar de partidos en Liga consiguiendo el segundo gol del Madrid.
MARCÓ EN EL PARTIDO 500. Raúl celebró su medio millar de partidos en Liga consiguiendo el segundo gol del Madrid.

Es buena señal cuando el debate se traslada de la supervivencia a la hermosura. Entonces pasamos de los problemas a los antojos. No es lo mismo buscar pareja que quererla guapa. Es diferente el hambre de la adicción a los bombones y justo a mitad de ese camino se encuentra el Madrid. Apaciguado el entorno y encadenadas tres victorias, recuperado el pulso y el color, el madridismo ya piensa en bellezas, confiterías y placeres servidos en copas de plata. Así son los grandes clubes: no hay transición entre el infierno y el cielo, entre el agua y el champán.

Viene al caso esta reflexión porque el Madrid se impuso en Mallorca sin firmar un gran partido, si lo que juzgamos es la música y el argumento, la conversación. Sólo si nos guiamos por el álgebra, el partido resultó perfecto, un teorema inapelable. Entre ambos extremos, entre el romanticismo y la contundencia, se haya la fórmula mágica del fútbol sin reproches.

Habrá que reconocer, por otro lado, que la terapia de Juande Ramos da sus frutos, pues el equipo ha recuperado su autoestima a partir de una evidente refundación defensiva. El Real Madrid se protege mejor ahora que con Schuster, circunstancia en la que coinciden la táctica y los linimentos. El nuevo entrenador ha estimulado el compromiso defensivo, ha reunido dos centrocampistas con casco y se ha visto favorecido por la recuperación física de Pepe y la espiritual de Casillas.

El siguiente objetivo de Juande, y por el que algunos le apremian, debe ser jugar bien, evolucionar. Completado el tránsito de la UCI a una habitación de planta, queda recibir el alta y corretear por los campos llenos de flores. Volvemos a la belleza. Y al Madrid.

Si relacionamos el análisis del ganador con su rival habrá que reconocer que se tropezó con el colaborador ideal. El Mallorca está gravemente herido, no es broma. Dirá Manzano en su descargo que son muy pocos los equipos que se pueden sobreponer a un gol del Madrid a los dos minutos. Y es verdad. Pero es la factura del gol lo que condena a su equipo. Ni siquiera acumular tres centrales sirvió para detener el primer contragolpe del Madrid, que en esa jugada pudo hacer suya la maravillosa fanfarronada de Muhammad Ali, que se declaraba tan rápido que era capaz de apagar la luz y meterse en la cama antes de que la habitación se quedara a oscuras.

La acción fue, verdaderamente, un latigazo. Curiosamente nació de un leve asedio del Mallorca. El córner que siguió al acercamiento fue cabeceado por Ramis a las manos de Casillas. Entonces, el mejor portero del mundo no se permitió un suspiro. Conectó con Raúl, el capitán con Higuaín y el argentino con Robben, que controló con la cabeza y corrió en dirección a Aouate con sus botas de cristal. Fue gol, entre las piernas del portero, y se tarda más en leerlo que en marcarlo.

Golpe. El Madrid no dio tiempo a que su adversario evaluara los daños. Apenas un cuarto de hora después, Higuaín cruzó entre Ramis y Mario como quien atraviesa un holograma y en los terrenos del pase de la muerte asistió a Raúl, que esperaba en boca de gol. Quinientos partidos después, el capitán sigue marcando goles, sin que se pueda precisar si empuja con el tacón, con el tendón o con las partes blandas. Algo es indiscutible: nadie vio un genio tan industrioso o un obrero tan genial.

A partir de ese momento, el equipo de Juande compartió el dominio del balón con el Mallorca, pero más por renuncia voluntaria que por sentirse doblegado. Y eso le reprocha el sector romántico del madridismo. Es un hecho que el Real Madrid se encuentra más seguro partiendo desde su propio campo y esa tendencia, cultivada por Capello, se acentúa con jugadores tan sólidos como Gago o Lass, mejores en la contención que en el despliegue.

El drama del Mallorca es que ni el balón le consoló. Martí no ejerce de jefe y Cléber Santana no mejora un ápice al futbolista que naufragó en el centro del campo del Atlético. Más allá, ni Webó ni Arango se acercan a su propia sombra. Desde esa pérdida de la identidad se explica la falta de confianza, la pena, el décimo partido sin ganar.

La única ocasión que se le recuerda al Mallorca fue un remate alto de Arango. El resto fue del Madrid. Casillas repitió un saque rápido y la jugada terminó con un tiro al palo de Robben. Acto seguido, Gago amagó el disparo y asistió a Ramos, que acechaba en el límite del fuera de juego y marcó entre las piernas de Aouate, otra vez.

Huntelaar, al que Lass ha quitado diez años de encima (ahora parece tener quince), rozó el cuarto gol, pero el marcador no se movió más. El Madrid ganó y ya ha completado medio viaje entre la necesidad y la repostería. Le falta la otra mitad.

El detalle: tercer partido imbatido de Iker

Casillas mantuvo la portería a cero por tercer encuentro consecutivo de Liga. El Madrid no encaja un gol desde el Camp Nou, así que el meta suma 270 minutos imbatido.