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Liga BBVA | Sevilla 1 - Osasuna 1

Pañuelos contra la mediocridad

Pandiani firmó al final un empate justo. Osasuna aprovechó la desidia sevillista. Kanouté reclamó un penalti. Roberto y el palo sacaron un tiro del malí.

Actualizado a
<b>SE ACABÓ LA RACHA. </b>El Betis puso fin a doce partidos del Deportivo sin conocer la derrota gracias a un gol de Fernando que aleja a los verdiblancos del descenso.
SE ACABÓ LA RACHA. El Betis puso fin a doce partidos del Deportivo sin conocer la derrota gracias a un gol de Fernando que aleja a los verdiblancos del descenso.

Desde octubre de 2005, cuando el puesto de Juande se tambaleó, Nervión no sacaba el pañuelo recriminatorio hacia los suyos. La afición sevillista, siempre sabia, aguantó el tirón del par-ti-di-to, como le solicitó encarecidamente Del Nido, y explotó tras el pitido final. Hacía mucho tiempo que en el Sánchez Pizjuán no se escuchaba una bronca similar. Los pañuelos andaban escondidos por los bolsillos internos de las chaquetas y anoche hubo que rebuscarlos. El colista, posiblemente el equipo más endeble del campeonato, exprimió sus gestos de dignidad profesional para asestarle una bofetada al rival. Pandiani destrozó el virtual discurso resultadista sólo basado en el segundo puesto para colocar a Jiménez al borde del precipicio.

Apuesta arriesgada.

El Sevilla juega con fuego desde hace más de un año. La clara vulgarización que ha sufrido su fútbol no sirvió para cumplir los objetivos la temporada pasada, dejó al equipo fuera de la UEFA y ayer permitió que Osasuna le birlara el segundo puesto y parte de la coartada con la que el club esconde la involución del equipo a día de hoy.

Pandiani agarró el fusil cuando el Sevilla, una vez más, se había escondido en la trinchera para defender otra actuación mediocre. La primera parte de Osasuna no fue mala, teniendo en cuenta su listón y posibilidades. Nekouman y Vadocz se comieron a Romaric y Duscher. Y Azpilicueta y Plasil salieron, sorprendentemente, sueltos. El equipo se estiró y merodeó el área de Palop. Hasta donde pudo, claro. En uno de los impulsos, Sola se coló entre los centrales y... le faltó puntería ante el guardameta. Mientras, el Sevilla defraudaba, entre bostezos y aburrimiento. Un remate de cabeza de Kanouté y un penalti dudoso fueron las dos acciones ofensivas de los sevillistas. Sólo Navas mostró una imagen digna. Sólo él lo intentó. Porque el fútbol de este Sevilla se limita a aguantar y a esperar un chispazo del canterano o de Adriano. Aunque lo peor es que Jiménez siempre antepone la idea de contrarrestar al contrario a imponer su juego. Anoche su obsesión era tapar a Plasil y para ello colocó en la derecha al zurdo Fernando Navarro. Nunca o casi nunca da la sensación de dominar los partidos y de arrasar al contrario. Da igual que el que esté en frente sea el Barcelona o Osasuna.

La mejor plantilla de la historia, como asegura tener Del Nido, se mueve con el pobre discurso de su entrenador. Sus jugadores ya son arrastrados por el miedo, el conservadurismo y su filosofía de mantener la portería a cero. Renato y Kanouté desaparecieron y Romaric, simplemente, no aportó nada. La actitud de muchos futbolistas también fue cuestionable.

Osasuna pareció oler este panorama y no se rindió nunca, ni con la parada de Roberto y el larguero que evitaron la sentencia de Kanouté. La pachanga sevillista agrandó la calidad y la velocidad de Masoud, que volvió loco a Dragutinovic. El Sevilla seguía jugando con fuego, como si hubiese asimilado esa teoría de la entidad que asegura que las críticas que denuncian el mal juego son torpedos hacia el escudo, la bandera y el corazón sevillista. Entre tal mentira, Pandiani sacó la cabeza, recuperó la sangre de viejo pistolero y... fulminó el partido. Premio justo para la lucha del humilde y duro castigo para el cobarde poderoso.