Festival ché a bajo cero

Copa de la UEFA | Rosenborg 0 - Valencia 4

Festival ché a bajo cero

Festival ché a bajo cero

Los blanquinegros se vengaron al grito de toma chiquillas. Pablo consiguió un gol para el recuerdo

Todos esperaban ganar, pero quizás nadie esperaba sacar tantas cosas positivas del encuentro en Trondheim. Hay citas que marcan el futuro, que son punto de inflexión y el Lerkendal tiene pinta de serlo. Si el año pasado sucedió así, pero en negativo, pues a partir de caer en Noruega el Valencia fue un terremoto y fue cayendo hasta rozar el descenso, anoche tiene pinta de que se puso la primera piedra de algo importante, muy importante. Porque la victoria era clave, sí, pero lograrla de la manera que lo hizo el Valencia supone mucho más, demuestra que hay una idea, que el 4-3-3 le encaja a esta plantilla como un traje a medida y que, si se sigue jugando con el mismo grado de compromiso, este equipo tiene mucho que decir. De momento, la clasificación para la siguiente fase está casi en el bolsillo y la tarjeta de visita que dejaron los chés fue una llamada al optimismo, que falta hacía después de los últimos tropiezos.

El Valencia entró en el partido como tocaba, alertado por el precedente del año pasado y por las señales de que esto iba muy en serio que le habían llegado durante los últimos días y que Emery había detectado escondidas entre disculpas y buenos gestos. El técnico tenía razón en que el Rosenborg se tomaba el duelo como el último de la vida y también en que el campo no iba a estar tan mal. Gracias a esto último, el Valencia pudo combinar, llevar el duelo al terreno en el que es superior. En la mejor triangulación del primer acto Mata adelantó a los ché con la colaboración del meta Jarstein. En ella se apreciaron varias de las virtudes del dibujo de Emery, primero porque Pablo apareció con libertad fuera de su zona y segundo porque Edu se descolgó con la tranquilidad que le da tener a Albelda de guardaespaldas, para crear superioridad arriba y asistir. 0-1 tranquilizador y vuelta a empezar para los noruegos, ahora con una losa más pesada.

Tras el tanto, los blanquinegros se dejaron dominar, sin correr riesgos, pero sin desgastarse en llevar el peso arriesgándose a sufrir una contra, que los noruegos fueron incapaces de fabricar. Ni un contragolpe pudo lanzar el Rosenborg en este periodo, quedando ese recurso para los valencianos, que con envíos cruzados de un costado al otro desbarataban a la zaga local.

Obra maestra. Sabiendo la receta, en la segunda mitad el Valencia mejoró aún más sus prestaciones, continuó su faena de aliño y masticó la sentencia hasta que Pablo Hernández hizo una obra de arte bajo el frío. El 0-2 pudo llegar antes en cuatro ocasiones, dos de ellas muy claras de Joaquín, porque el monólogo ché fue absoluto a base de tiqui-taca en la medular, donde la entrada de Rubén Baraja fue una noticia magnífica. Junto a Albelda y Edu, el Pipo se hizo el dueño de la zona ancha del campo, donde todos se ofrecían, se echaban una mano en un ejercicio de solidaridad total con el compañero y de compromiso con la causa. Así, el Rosenborg ni la olía y en el Lerkendal se asistía a la mejor versión del Valencia, al que el 4-3-3 le vestía por completo porque en defensa no sufrió ni un disparo y arriba llegaba en oleadas que pudieron dejar el marcador en una goleada mucho más escandalosa.

La recta final fue una auténtica avalancha de los de Emery, que convirtieron la victoria en un festival de goles, el buen juego en una lección de cómo se debe jugar y se le recordó a toda la Europa futbolística que en Mestalla anida un grande que tiene entre ceja y ceja esta UEFA. Con noches como las de ayer, todo es posible, incluso calentar el infierno y dibujar una sonrisa entre el barro y la nieve.