Lo mejor del Barcelona, lo peor del Atlético

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Lo mejor del Barcelona, lo peor del Atlético

Lo mejor del Barcelona, lo peor del Atlético

Reuters

Exhibición del Barcelona en una primera parte para los anales en la que destrozó al Atlético con cinco goles en menos de media hora. Un recital antológico en el que colaboró un Atlético que desapareció del partido sin llegar a presentarse, cuando Márquez abrió el marcador con un remate de cabeza en el minuto 3. Con 3-0, Maxi marcó antes de irse lesionado, pero, lejos de reaccionar, los de Aguirre, con una defensa de chiste, fueron zarandeados por un Barcelona eléctrico en el que Xavi e Iniesta disfrutaban, Eto'o se mostraba hiperactivo y Messi dejaba los mejores destellos.

Este era un partido con muchas incógnitas, que aceptaba muchas perspectivas a priori. Barcelona y Atlético han mostrado virtudes enormes y debilidades preocupantes a lo largo de los primeros partidos del año, y cabía en las quinielas desde el triunfo holgado de cualquiera de los equipos al intercambio histérico de golpes. La posibilidad que tomó forma, sin embargo, fue la que combinó todo lo bueno del Barcelona y todos los miedos del Atlético. No la más probable por estadística, pero en cualquier caso una demostración de tal calibre de unos para bien y de otros para mal que será imposible que no se desate la euforia en el Camp Nou y que no cunda el desconcierto en la ribera del Manzanares.

Los flashes apuntaban a Messi y Agüero y las libretas ansiaban tomar notas de valor real en la noche en la que dos aspirantes a la Liga se enfrentaban cara a cara para saber dónde estaban realmente tras partidos ante rivales de menor entidad. Poco después, esas libretas echaban humo y los flashes cegaban a un Camp Nou que pasó del, por fin, buen ambiente previo a la euforia, de ahí a la emoción y de ésta al éxtasis en una memorable primera parte de los azulgrana. En el minuto 27 el marcador era de 5-1 y de ahí al descanso Gudjohnsen remató fuera por poco, Iniesta se encontró con el palo y Eto'o y Messi no acertaron con un rechace a bocajarro. Además, el argentino rozó el gol dos veces más, la segunda de ellas en una de esas jugadas maradonianas que le hacen parecer un jugador de otra dimensión. Recogió el balón en el centro del campo y arrancó en vertical, bailando mientras los rivales salían despedidos de forma casi cómica en un ballet de esos que valen el precio de una entrada. La jugada, que mereció ser gol por ética y estética, terminó con un remate inteligente que sorteó a Coupet y lamió el poste.

La defensa del Atlético desaparece en el peor momento

El Atlético de Madrid, por su parte, participó de la fiesta como sufridó pero generoso invitado, contribuyendo siempre a la algarabía local. Aterrado, descentrado; Un encefalograma plano esperpéntico que quedó definido en 8 minutos. En el 3 Márquez remató a gol en el primer córner del partido. Un minuto después Ujfalusi falló y en su rectificación tocó a Messi. Penalti tonto que transformó Eto'o. Tres minutos después el propio Messi marcó de falta mientras Coupet colocaba una barrera en la que nadie siquiera molestó la pillería del argentino. Ocho minutos, tres goles. Y aunque Maxi antes del cuarto de hora marcó un gran gol en el que se lesionó y tuvo que dejar su sitio a De las Cuevas, no hubo lugar para el choque loco de ida y vuelta porque Eto'o reestableció el status quo con un gol en el que hubo control, recorte, remate y nueva pifia de los centrales, Ujfalusi torpe y Heitinga en paradero desconocido. Gudjohnsen, muy participativo, remachó el quinto tras el primero de los dos disparos al poste de Iniesta. A partir de ahí, el Barça de Guardiola no bajó el pistón y la goleada antes del descanso pudo ser aún más cruel para un Atlético que nunca había encajado en Liga cinco goles en media parte.

Pero es que al Atlético le falló todo. Junto a las importantes bajas de Forlán, Maniche o Simao, se vinieron abajo todas las razones de optimismo de este orgulloso, hasta hoy, Atlético 2008/09. Coupet parecía un alevín imberbe y Ujfalusi y Heitinga, dos grandes centrales y dos grandes fichajes, simplemente desaparecieron del mapa. Los goles caían en cascada entre olés de la grada y los colchoneros, sin romper siquiera a sudar, contemplaban atónitos el vendaval que les pasaba por encima. Mientras sus piernas temblaban el Barcelona parecía una sinfonía perfecta, elegante y brutal. Muchas velocidades por encima, presionando con rabia exquisita y jugando el balón a la velocidad de la luz, disfrutando con un centro del campo pletórico en el que Busquets y Gudjohnsen trabajaban a destajo y Xavi e Iniesta ofrecían un recital de fútbol en estado puro, más expresivo el manchego, más académico y equilibrado el catalán. Por delante un Eto'o eléctrico parecía más cerca que nunca de su versión más carnívora e ingobernable y Messi ofrecía magia para enterrar un duelo con el Kun que no se produjo porque el delantero colchonero no entró en juego hasta el descuento del primer tiempo, perdido a muchos metros de donde el Barcelona reducía a cenizas a sus compañeros, que no reaccionaron más que para soltar algunas patadas de impotencia que afeaban todavía más su gesto. En especial una de Antonio López que pudo hacer mucho daño a Messi.

Armisticio en una segunda parte sin historia

Después de semejante exceso, de tal empacho de fútbol de unos y tal demostración de impotencia de otros, la segunda parte siguió el plácido guión previsto, con la grada encantada, incontestablemente feliz y reservando fuerzas para ponerse en pie y elevar a los altares a Messi y Xavi cuando dejaron su sitio, respectivamente, a Bojan y Keita. Antes había entrado por Eto'o un Henry que también eligió este día para reencontrarse. En el minuto 73, el francés remachó una combinación de Xavi y Bojan con un disparo seco desde fuera del área que colocaba un tremendo 6-1 en el marcador del Camp Nou.

Antes, el Barcelona bajó una marcha y el Atlético se parapetó atrás, con Pernía en lugar de Luis García. Aún así, no hubo ninguna mejora, apenas alguna patada más y muchas más carreras detrás de unos rivales que, sin ánimo de ensañarse, seguían creando fútbol y dominando de forma aplastante. Seguían presionando pero tocaban el balón más despacio y seguían, casi por simple inercia, creando ocasiones. Puyol pudo marcar antes del gol de Henry, después Bojan lo buscó e incluso propició una palomita fotogénica del desacertado Coupet.

Por entonces, Agüero ya había dejado el campo para descansar en espera de días en los que le necesite su equipo, que nunca se recompuso ni en lo más mínimo, que no robó ni un balón, que sólo parecía descontar minutos para salir del campo y olvidar cuanto antes lo que debería ser una noche de pesadilla y no un día del que sacar conclusiones. Del mismo modo el Barcelona, entre rondos y sonrisas, disfrutaba de la que ha sido una de sus noches más felices en mucho tiempo de sombras, desidia y decepciones. El Barcelona de Guardiola cobra forma en torno a un esquema trabajado, de la mano de una fe ciega que ha pasado ya del entrenador a los jugadores y que amenaza con contagiar de forma definitiva a la grada. Y todo bajo la bandera de un grupo de jugadores exquisitos, con Xavi, Messi e Iniesta como navegantes perfectos de esta ola de optimismo que ahora arropa a una plantilla que, si sigue creciendo y puliendo defectos, dará muchas noches de felicidad al Camp Nou.