Villa alimenta los sueños

Eurocopa 2008 - Grupo A | España 4 - Rusia 1

Villa alimenta los sueños

Villa alimenta los sueños

Fabuloso partido del asturiano, autor de tres goles. España se lució cuando abrió la lata. Cesc completó la goleada. Luis relevó a un gran Torres

Un dato: los cuatro goles llegaron en situaciones de sorpresa y contraataque, con los rusos corriendo hacia atrás. En cada gol nos ahorramos el papeleo del centro del campo, del sistema, de las lecciones aprendidas y los complejos de Luis. Eso debería darnos pistas sobre nuestra fortaleza. Somos buenos cuando somos directos. Somos mejores cuando nos subimos en marcha a los trenes de Villa y Torres. En el amor y en el fútbol ser bajito no significa ser pesado, sino ligero. Para atacar y para huir.

Rusia es un mundo. En lugar de sangre parece que por las venas de sus futbolistas circula refrigerante para camiones. No se alteran, y lo que debe ser una virtud frente a un oso, resulta un inconveniente cuando hay que cambiar de rumbo, de velocidad, de rictus. Quizá suceda que Rusia fundamenta su influencia histórica en el número de rusos y aquí sólo pueden jugar once.

Ahora diremos, ufanos, que son una selección menor. Pero no lo parecieron tanto mientras el marcador estaba igualado. Entonces, nuestra superioridad se medía en decimales. Los rusos tocaban con orden, impasibles, y respondían a nuestros leves acercamientos con tímidas aproximaciones.

La primera ocasión de España nació de un pase largo de Sergio Ramos, que centró al poco de cruzar el ecuador, justo donde le grita Luis que no suba tanto, que piense en su familia. Al otro lado del océano, Villa controló con el pecho y remató mal con la zurda, con la tibia izquierda, concretamente.

No fue una oportunidad más. Nos indicó el camino más corto, al tiempo que nos descubrió óxido en la cintura de los centrales rusos. Y el primer gol nos confirmó esa impresión. Habían pasado 20 minutos cuando Capdevila buscó en largo a Torres, con intención o con desesperación, no queda claro. El Niño peleó la pelota, aunque el camarada Kolodin tenía ventaja. Su pecado fue la confianza, la caída del comunismo y los sindicatos en Siberia. Quiso salir jugando y salió trasquilado. Torres le robó el balón y las medallas, encaró al portero y asomado al balcón asistió a Villa, que llegaba bufando.

El gol nos dibujó un universo nuevo porque en situaciones de ventaja nuestra posesión cobra sentido. Y añadamos a eso que los rusos ni se inmutaron. Continuaron con ese ritmo que igual sirve para conquistar Manchuria que para recoger a los niños de la guardería.

A pesar de esa aparente inacción, no lo olvido, tiraron al poste. Fue consecuencia de un jugada brillante, abierta a la banda derecha y que nos rajó peligrosamente la espalda. El autor del disparo fue Zyrianov, el ideólogo del fútbol ruso. Su talento y los pulsos de Zhirov a Sergio Ramos, que perdimos demasiadas veces, bastaron para tenernos preocupados. Entretanto, el afamado Pavlyuchenko se movía con el tranco de las aves zancudas y las gallinas caponatas. Si le asiste el ingenio, que está por ver, se puede afirmar que no le acompaña el cuerpo.

El segundo gol de España nació de un contragolpe más elaborado. Esta vez Iniesta completó la transición y dio lustre al magnífico desmarque de Villa, que marcó entre las piernas del portero, donde más duele.

Rusia regresó del vestuario como si nada hubiera ocurrido. Imagino que las arengas con traductor rebajan su efecto. No obstante, todavía pasamos ciertos apuros. Cuando disfrutaron de un córner comprobamos lo mal que los defendemos. Pero más que situaciones de riesgo eran avisos para el futuro cercano.

Cambios. España tenía el partido en el centro de sus sueños, con ventaja y algo replegada, quebrados los esquemas, inclinados hacia el caos que tanto nos beneficia. Con ese panorama, la entrada de Cesc por Torres resultó hiriente. El delantero no merecía la cobardía del entrenador. Poco después, la aparición de Cazorla por Iniesta nos hizo más afilados.

El tercer gol repitió el guión de los anteriores. Villa desafió a los defensas rusos en otro contragolpe y marcó con la facilidad de los genios furiosos. Esa condición le distingue: mejora con un motivo y el torneo le inspira.

En el cuarto gol compartió derechos de propiedad. Mientras los rusos le observaban ya aterrados, Villa encontró de cuchara a Xavi, cuya volea fue desviada por el portero y rematada por Cesc. Poco antes Pavlyuchenko había salvado el honor, el suyo propio.

La conclusión es que somos mucho más que el toque onanista y debemos fomentarlo. Nos eleva el fútbol y nos aprieta el corsé. Podemos decirlo sin rubor: desnudos mejoramos. Por fin.