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Fútbol | Los lunes del Asador Donostiarra

"La furia es un valor natural que no sirve de nada sin el talento"

Fue Goiko un león de los que ya no nacen en la reserva de Lezama. Lleva ya década y media entrenando. El Hércules es su sexto equipo y quien le marca el corto plazo: subir. En largo, mira a Bilbao. Se lo dijo a AS en el Donostiarra.

Luis Nieto
Actualizado a
Andoni Goikoetxea.
jesús rubio

Andoni Goikoetxea Olaskoaga (Alonsótegui, Vizcaya, 1956) fue un buen ejemplo de dos futbolistas en uno: central de rompe y rasga con pierna izquierda de pasador de largo alcance. De este aparente trastorno bipolar hay documentación abundante. Hace diez días, el periódico sensacionalista inglés The Sun le eligió el segundo futbolista más duro de la historia, tras el escocés Graeme Souness. Se lo toma con humor: "La cosa se va aplacando. Durante muchos años fui el primero". Pero, a la vez, marcó cerca de cincuenta goles en su carrera, una cifra meritoria para un defensa. Jugó quince temporadas en Primera, doce en su Athletic y tres en el convulso y divertido primer Atlético de Gil. Ganó dos Ligas, una Copa y una Supercopa. Y fue un pilar de la mejor Selección nacional del 64 a nuestros días. Jugó 39 partidos con la Roja y se proclamó subcampeón de Europa en el 84. Desde el 90, año de su retirada, está en el papel de entrenador. Fue ayudante de Clemente en la Selección y ha dirigido a seis equipos en Primera y Segunda. Ahora patronea al Hércules, que se ha autoimpuesto el listón del ascenso. Y como de momento está muy alto, Goiko sufre: "Es una categoría difícil por su igualdad. El Elche nos ganó a nosotros y una semana después pierde en casa con el Xerez, que era colista".

Para Goiko, hay buenas y malas noticias. El ascenso está ahora a seis puntos, pero queda una vuelta completa. La empresa exige que el público de Alicante arrime el hombro: "Ayer (por el domingo) jugamos en Cádiz y el ambiente era excepcional. También en Gijón o Córdoba. En cambio, a los jugadores del Hércules les pesa el ambiente del Rico Pérez, y también que el césped no está bien. Hay pruebas. En la primera vuelta hemos sumado más puntos fuera que en casa. Lejos de Alicante sólo nos ganó el Alavés". No lo dice por no ofender, pero espera que al equipo le remolquen muchos más de los 8.000 fieles que acuden ahora al estadio.

En las duras, la afición ha reclamado con insistencia la marcha del técnico. La semana pasada el máximo accionista del club, Enrique Ortiz, irrumpió en el entrenamiento y reunió en el mismo césped a los jugadores para dejar las cosas claras: "Goiko se queda y estoy dispuesto a renovarle por una temporada más". Un gesto raro y valiente que el técnico agradeció: "Hay que valorar ese mensaje de que el técnico no tiene la culpa. Agradezco la defensa de Ortiz". El lento despegue ha dejado sin ficha a Javi González ("que no ha cumplido las expectativas puestas en él"). El meta Sergio Aragoneses tampoco cuenta ya para Goiko. Blas Pérez ha sido traspasado al Tigres mexicano y ha llegado Ion Vélez, cedido por el Athletic. El club busca ahora un portero suplente y uno o dos puntas. Es una revolución sobre otra revolución, porque el pasado verano se incorporaron dieciséis jugadores nuevos: "Es difícil acoplar a un equipo con gente de distinta procedencia. Los que ya estaban, los que vienen de Primera, los que llegan de fuera y no conocen la Liga... Todo tiene un proceso. Y eso que hay muchos que ya están rindiendo muy bien: Unai Alba, César, Jaume, De los Santos... A Tote le sobra talento, sobre todo cuando está picado. Y Ion Vélez es rápido y tiene desborde. Marcará goles". Y luego están los árbitros: "Tenemos menos puntos de los que nos merecemos. Jugando contra el Numancia, Nagore nos metió un gol con la mano. Y frente al Sporting nos anularon tres goles". Completan el círculo de amenazas los adversarios. Numancia, Málaga y Sporting, que son los que mandan, más los que llegan: "El equipo que más me ha gustado en esta primera vuelta es el Celta. ¡Vaya futbolista ese Quincy!".

El banquillo. Presume, pues, una segunda vuelta de infarto: "Soy incapaz de ver los partidos sentado, entre otras cosas porque apenas se aprecia nada. Los banquillos ingleses están mejor pensados.Y sufriré en función de cómo juguemos. En Cádiz hice los tres cambios en los últimos tres minutos porque realmente no sabía a quién quitar. Todos lo hicieron fabulosamente".

El presente de Goiko queda emparedado por el mismo pasado que futuro: "El Athletic es el equipo de mi tierra y mi sueño es trabajar allí, de lo que sea, aunque sé que si sucede algún día, los palos que me den allí me escocerán más que los que me han dado en otros sitios. Cada domingo pregunto por el resultado del Athletic y me duele su sufrimiento. Está pagando el precio de la globalización del fútbol y también que allí se juega ahora menos que antes. Siempre hubo muchos vascos en la Selección absoluta y en las categorías inferiores. Ahora escasean. Y luego está el problema de que la política del club le obliga a comprar carísimo. Pero debo decir, y además creo en ello, que el Athletic no está condenado a sufrir de por vida y que volverá pronto a las competiciones europeas, que tanto gustan en San Mamés. Nunca se irá a Segunda".

Y es que Goiko llegó al Athletic con quince años, procedente del equipo de su pueblo, el Arbuyo, aunque bien pudo ser madridista: "Un ojeador blanco nos vio jugar a mi hermano y a mí y nos ofreció una prueba en el Madrid. Nos citaron unas Navidades en la Ciudad Deportiva. Yo entonces jugaba de interior izquierdo. Les gusté, pero tuvimos que regresar porque mi hermano se examinaba de reválida. Quedaron en volver a verme en Semana Santa, pero entonces el caso saltó a la Prensa en Bilbao, un representante del Athletic se presentó en casa de mi padre y...". Y Goiko pasó la vida en rojiblanco, con dos ligas y una Copa, una gloria paseada en gabarra con Javier Clemente al timón: "Ha sido el entrenador del que más he aprendido. De él y de Menotti, aunque al final eres tú. No hay peores relojes que las imitaciones". Clemente le llevó a la Federación para ser su segundo. La mezcla no funcionó: "Javi tiene mi respeto y mi cariño, es un gran entrenador. Pero como seleccionador quería abarcar demasiado. Yo pretendía que me dejara trabajar. Sobre todo en la Eurocopa Sub-21 del 95 (derrota ante Italia en los penaltis). 'Déjame mi momento de gloria, que yo lo necesito más que tú. Si al fin y al cabo yo soy tu delfín...', le dije". Meses después dimitió.

Inevitable hablar de aquella entrada a Maradona, el 24 de septiembre del 83. Le cayeron 18 partidos, reducidos después a diez por Apelación y finalmente a siete por el CEDD: "Venía caliente porque Schuster me había dado una patada en la que no se pitó ni falta. Y entonces llegó aquella entrada. Mal hecha, a destiempo, de las que no deben existir... Pero Maradona volvió a los tres meses y ganó dos Ligas con el Nápoles, y un Mundial con Argentina, y fue el mejor del mundo. Aún así, durante tiempo, cada vez que salía a Europa, leía titulares sobre el carnicero de Bilbao. La manera en que el Camp Nou recibía a Figo no era nada al lado del trato que me dispensaba a mí... Y encima, en el primer partido allí después de lo de Maradona, ganamos 0-1 con un gol mío".

Schuster. De aquel episodio y de otro similar, con Schuster ("aquella sí que fue una entrada normal y, además, el médico del Barça, González Adrio, reconoció que el alemán llegaba lesionado"), guarda especial agradecimiento a Miguel Muñoz: "Me defendió y me llevó a la Selección sin importarle los comentarios".

En aquella Selección, la más competitiva en cuarenta años, desemboca la conversación. Maceda, Camacho, Gordillo y Goiko. No se recuerda tal concentración de furia desde Sabino y Belauste. "La furia es un valor natural que no sirve de mucho sin el talento. En el fútbol todo es compatible. Hay que correr y jugar". Reconoce que Maceda fue "el compañero perfecto" en aquella Selección, subcampeona europea en Francia 84: "No pude jugar la final por sanción. Y de aquello sólo se recuerda el error de Arconada y no la excepcional actuación que tuvo ante Alemania y que nos metió en semifinales. Allí llegamos tras el 12-1 a Malta. En aquel partido nos fuimos con un corto 3-1 al descanso. 'Chavales, podemos', nos decía Muñoz, pero no le creíamos mucho. Al final, hasta nos sobró tiempo. Si hubiésemos necesitado meter trece, lo habríamos hecho".

Tras el inciso de Arconada, a Goiko le apetece hablar de porteros: "En mis equipos han estado los mejores: Iribar, Zubi, Abel. ¿Casillas? Un portero es importante. Los muy buenos te dan diez puntos, te hacen ganar una Liga. Y los malos te la arruinan". Jugadores de pasado y presente salpican la conversación. "El nueve más complicado de marcar fue Santillana. Ibas a saltar y te lo encontrabas allí, suspendido en el aire, a tu espalda. También era magnífico Sarabia. Sólo le faltaba físico, pero tenía buenos pies, buen remate de cabeza, gol...". La conversación deriva hacia la España actual, la que se examina entre la desconfianza general en la Eurocopa de Austria y Suiza: "Tenemos calidad, velocidad y finalización, pero resultaba más fácil recitar la alineación hace diez o quince años. Entonces había un equipo más hecho". También sale bien al cruce sobre el debate nacional: "Yo soy raulista Le llevé a la Selección Sub-18 en un partido contra Finlandia y ya marcó dos o tres goles. Y en la vuelta, igual. Da carácter y sabiduría a un equipo".

Y en la despedida, vuelve a salir el defensa que no se sacudirá nunca. "Esto no es de nacimiento", dice mientras muestra el rostro: "Me han roto tres veces la nariz, en un choque con Camus (ex jugador de Racing y Zaragoza), perdí cinco dientes. También me rompí una ceja. El fútbol es un deporte de contacto para todos".