Otra vez San Corominas

Primera | Espanyol 1 - Barcelona 1

Otra vez San Corominas

Otra vez San Corominas

Un gol del talismán perico igualó el derbi. Iniesta abrió el marcador a los seis minutos. El Barcelona mandó de salida y el Espanyol, en la segunda parte.

Alguien, algún técnico de esos de prestigio, debería explicar si es técnica o metafísicamente imposible jugar bien un partido de fútbol durante 90 minutos. Lo de ayer es mosqueante. ¿Por qué el Espanyol deambuló más que jugó a lo largo de la primera mitad y sólo fue el Espanyol, el que está en Champions, medio tiempo? ¿Por qué el Barça, dominador hasta el descanso, desapareció después? Misterios, oiga. Pero así fue, imagino que lo vio y si no, fíese de mí. El empate, por tanto, a considerarlo justillo. Otra cosa es lo que en su fuero interno piensen los protagonistas. Me da que ninguno se fue contento a casa anoche.

Empecemos por el Barça, que fue el que arrancó mandando. Ronaldinho no salió de titular. Hay lío ahí. Preguntado al final por su suplencia dijo: "Pregúntenle al mister". El mismo, o sea Rijkaard, que mandó a Puyol, cagometrado con Riera. Gudjonhsen ocupó la plaza del brasileño y arriba estuvo, y bien, Bojan. Un Barça de corte más racial y con menos talento, al menos en los cromos. Pero le valió para asustar a su adversario, que se batió en franca inferioridad, mental sobre todo.

Tres faltas hizo el Barça en el primer tiempo; ni una vez tiró a puerta el Espanyol. Cuando lo hizo marcó, lo cual tiene un arte que no se puede aguantar. Se requeteconfirmó que al Espanyol le asusta menos el Madrid que su eterno rival, no me pregunten por qué, pero es tal que así. Al Madrid le sale a buscar; al Barça le espera. Cosa que no hizo en el Camp Nou la noche tremenda del 2-2 aquel de junio Más misterios. Pero anoche, ¡uf! No fue él. Desdibujado en todas las zonas del campo, estuvo a merced de su adversario. Encajó pronto y mal el mazazo del 0-1 y se fue vivo porque Dios y el larguero quisieron: repelió un tiro de falta de Xavi, la pelota le cayó a Bojan, que en posición algo forzada (o le faltaron cinco centímetros de altura) volvió a estrellar la pelota en la madera. Esa jugada y una llegada de Xavi, franca, tras jugada de Messi, les pudieron dar el 0-2 y, por tanto, la puntilla.

Esperanza.

En el descanso, el españolismo dudaba. Unos estaban en que si no les habían liquidado es que había esperanza. Otros, porque el Barça iba a jugar peor, sin remate, pero con autoridad suficiente para que Valdés viviera el partido más cómodo de su vida. Ganaron los pericos esperanzados; es esa una virtud que les acompaña siempre. Valverde debió apretar ciertas clavijas a sus hombres y Rijkaard, seguro que no, pero lo pareció, atontaría a los suyos: otra cosa no se explica. Porque fue salir y cambiar el decorado. El Espanyol, al menos, empujaba, encimaba al contrario, buscaba a Riera, ¡estaba vivo!

El Barça fue desapareciendo. Tanto que echó mano de Ronaldinho, pero fue como si ná. Tiró muy bien una falta, cosa que seguirá haciendo a los 60 años, y cabeceó un córner, solito, que atajó Kameni. Buscando un golpe de efecto extraño, Rijkaard puso al marginado Ezquerro; definitivamente había perdido sitio y papeles. No por Ezquerro, que es un buen futbolista, sino porque malo cuando un partido que tienes ganado lo acabas poniendo en mano del suplente de lujo y otro de toda la vida.

Valverde puso a otro suplente: Corominas. Un tipo tocado por una varita mágica en los partidos importantes. Goles suyos le han dado al Espanyol una Copa Catalunya, frente al Bar una permanencia que se perdía, ante la Real, y uno de los cuatro de la Copa ante el Zaragoza. Ayer hizo lo que sabe: aparecer en el momento justo. Riera llegó hasta la línea de fondo, levantó la cabeza (algo siempre importante) y se la puso de dulce: Valdés siguió sin trabajar, la pelota se le coló sin remisión y entre la locura general. Gol 100 del Espanyol en casa al Barça en un derbi.

Trató de estirarse el visitante, pero la suerte estaba echada. No iba a conseguir el Espanyol adelantarle el la tabla, pero tampoco iba a perder: lleva ya diez jornadas sin conocer la derrota y no iba a ser anoche la ocasión. Fue un muerto viviente, pero ya se sabe: éstos, si resucitan, no hay quien los mate.