Esto es Alemania

Champions League | Werder 3 - Real Madrid 2

Esto es Alemania

Esto es Alemania

El Madrid perdió en Bremen y retrasa su clasificación. Empezó bien, pero terminó desbordado por el rival y el público. Sólo se salvaron Pepe y Robinho

Esto es Alemania y esto es lo que nos daba miedo: el huracán. Algo flota en ese ambiente que nos ahoga a nosotros. Pudiera ser un exceso de amor, una motivación extraordinaria que procede de la admiración absoluta. En 1960 el Madrid ganó 7-3 al Eintracht de Frankfurt en la final de la Copa de Europa. Y es posible que desde ese día en el subconsciente de los futbolistas alemanes se fijara un objetivo: ganar al Madrid, ganarlo en casa, proteger el castillo.

La derrota en Bremen es una de tantas, aunque esta vez el Madrid pareció mejor que su rival durante muchos minutos, y hasta jugó bien bastante rato, aunque ahora esas perlas se nos pierdan en la memoria. El Werder estuvo acertadísimo cuando tuvo que estarlo, pero lo que terminó de tumbar al Madrid fue Alemania.

Imagino que así son los traumas, eso que llamamos maleficios y que desde la otra orilla se consideran bendiciones o rachas históricas. Nacen de algo cierto, de un par de noches, pero después influye la leyenda y ya no te importa el rival porque siempre es el mismo, el que ganó a tu abuelo.

De veras que el Madrid no jugó tan mal como podría desprenderse del resultado. La única verdad que indica el marcador es el espectáculo, pero distrae sobre los hechos, al menos, sobre los primeros. Porque el Madrid saltó al campo dominador y a eso se dedicó hasta que, sin esperarlo, se descubrió sangre en el rostro. Habían pasado cuatro minutos.

En esa primera llegada del Werder Bremen se conjugaron una serie de carambolas que culminaron en gol. A saber: Fritz, que ya estaba lesionado, corrió la banda y centró a la olla, templado. Ya en la caldera, Sanogo quiso controlar con el pecho y amortiguó con la clavícula; el balón salió oblongo y alcanzó a Rosenberg, que remató con el tobillo. La pelota se desplazó como una lentilla y aterrizó suave en la portería: 1-0.

No pretendo desmerecer a los jugadores del Werder Bremen, pero en esa acción se combinaron todos los accidentes posibles y todas las burlas involuntarias. Luego, en los minutos siguientes, también se ayudaron del árbitro, que les dejó marcar el territorio (a patadas) y hasta atrapar el balón con la mano: así detuvo Naldo un contragolpe del Madrid. Y no es excusa, es relato.

A los 13 minutos, Robinho igualó el partido. Y no fue casualidad, sino insistencia. Segundos antes había visto cómo le arrebatan la pelota justo antes de fusilar. Esta vez tuvo más calma. La jugada comenzó en Marcelo, que robó y centró. Luego Robinho enfrentó a Mertesacker, central de la selección alemana, y chutó descubriendo el único pasillo posible entre su pierna y la portería. Empate.

Vértigo.

A esas alturas ya conocíamos el plan de cada equipo. El Werder Bremen apostaba por la velocidad y adelantaba su defensa peligrosamente para recortar campo al enemigo. El Madrid aceptaba el juego, la rapidez, el vértigo. Hasta ayer ningún equipo le había resistido el intercambio de golpes.

Y lo cierto es que nadie hubiera apostado por una victoria alemana en el ecuador de la primera parte. Entonces, al Madrid sólo se le podía reprochar la demora, el zarpazo definitivo. Algo similar sucedió en Murcia en los primeros 45 minutos: buen fútbol sin gol, amor platónico. El equipo que se presentó en la temporada con dinamita en los puños se pierde ahora en los cortejos. Dos incursiones de Guti por la izquierda, con la defensa del Werder vencida, se resolvieron de la peor manera: sin remate y sin delanteros a la vista.

Es curioso, pero el dominio del Madrid no pasaba por el centro del campo. No es que lo evitara; es simplemente que no lo necesitaba, porque los ataques nacían de robos que no precisaban de transición alguna. Fue cuando el balón rodó por los terrenos de la medular cuando se supo que los centrocampistas alemanes eran mejores, o lo fueron ayer.

Mientras el danés Jensen ejercía de organizador con talento, Hunt, que todavía no había jugado esta temporada, dejaba una impresión fabulosa, de zurdo con sentido y llegada. Y sólo tiene 21 años. Y es rubio. Y alemán. Fueron ellos, apoyados por Baumann, más sobrio, quienes devoraron al centro del campo del Madrid.

Resulta una sorpresa porque los citados formaban un remiendo en sustitución de Diego, pero no asombra tanto si pensamos que es en el mediocampo donde Schuster no ha terminado de encontrar soluciones duraderas. Sneijder dio un impulso momentáneo e irreal. Sin él, la dependencia de Guti es angustiosa. Diarra no aporta nada en situaciones de crisis y Gago está por encontrar su lugar. En ese combate y con ese ejército se coció el partido.

Sorpresa.

Pero el Madrid no sólo perdía la batalla del centro del campo. La actitud de los alemanes también terminó por desbordarle. El Werder Bremen no es sólo un equipo que corre mucho; también es un buen equipo. No es casualidad que ocupe el segundo puesto de la Bundesliga después de 14 jornadas. Además de sus inspiradísimos centrocampistas, el Werder cuenta con un central excelente, Naldo, y dos delanteros asombrosos. El más conocido es Sanogo, de Costa de Marfil, un chico de 24 años que se ha curtido en Túnez y Emiratos Árabes. No es un estilista, pero incomoda y ya suma seis goles en la Bundesliga. El otro es el sueco Rosenberg, que tenía fama de delantero menor.

Bien, pues Rosenberg, autor del primer gol, se exhibió en el segundo. Él mismo controló con la cabeza un balón que repelía su propia defensa durante un asedio del Madrid. Una vez domada la pelota, Rosenberg desafió a Gago a un sprint de 80 metros. Y le venció por dos cuerpos. Cuando por fin llegó al último precipicio, centró con precisión y cierto alivio. Sanogo, cubierto por Pepe, no sólo logró rematar, sino que dirigió el golpeo: 2-1.

Tras el descanso, el Madrid continuó con su discurso, convencido de que su razón acabaría por imponerse. En cada acercamiento, Robinho seguía siendo la opción más valiosa, el jugador más afilado. De una de sus internadas por banda izquierda salió un centro que encontró a Van Nistelrooy en boca de gol, imposible fallar. Pero falló. Y el que falla...

Dos minutos más tarde, Jensen rajó la defensa adelantada del Madrid con un pase mortífero hacia Hunt, que batió a Casillas con la facilidad de los buenos. Iker, por cierto, se precipitó en la salida. Fue su único error en todo el encuentro. Antes y después de esa jugada sacó varias manos milagrosas. La mejor, a cabezazo de Sanogo, que remató a placer, o eso creía.

Pero ni con ese panorama se sintió tranquilo el Werder Bremen, porque creo que todavía se sabía inferior. Faltaba más de media hora y los achuchones del Madrid sembraban el pánico entre el público. Más aún cuando Van Nistelrooy redujo distancias en una jugada que fue suya, la perdió y luego la volvió a recuperar, para zanjarla con una vaselina perfecta. Así es él.

El Madrid no pudo llegar más lejos. Condenado primero por una defensa de la que sólo se salvó Pepe, al final no tuvo ni juego ni gol. Schuster contribuyó al desastre al sustituir a Robinho, el más entonado, por Robben, que pasó otra vez inadvertido.

No es un drama, pero es un mal síntoma. El Madrid tiene fútbol, pero no le llega, y carácter, aunque no le basta. Y luego está Alemania, ese fantasma.