Este inicio de temporada ha servido para que Leo Messi, la obra más parecida a Maradona que se recuerda, explote como la estrella del Barça, por encima del apagado Ronaldinho, el intermitente Henry o el lesionado Etoo. Messi se ha convertido, en su cuarta campaña en Primera, en la referencia azulgrana gracias a sus goles, asistencias, regates y, sobre todo, a la sensación que despierta en el rival y en el aficionado cuando el balón alcanza su bota: puede salir magia de ese número 40.

Las estadísticas demuestran las virtudes y los defectos del astro argentino. Messi es un jugador que sólo se activa con el balón. Para ser más precisos: con el balón en su pierna izquierda. Todos los goles se han marcado con la zurda (5), incluso todos sus remates a puerta (17). El argentino acostumbra a recibir en estático, prueba de ello es que sólo ha caído en tres fueras de juego. Pero las malas notas le llegan en tareas defensivas, pese a que haya recuperado ocho balones: 37 pérdidas, sólo seis faltas cometidas y ninguna tarjeta. Messi es un defensor frágil. No lo iba a tener todo el argentino.

Messi comenzó su andadura en este curso el 7 de agosto, prácticamente tres semanas más tarde que sus compañeros. La disputa de la Copa América, donde Argentina sucumbió en la final ante Brasil (3-0), impidió que Frank Rijkaard pudiera disfrutar del talento de la pulgita hasta el sexto encuentro de pretemporada ante el Bayer (0-0) el 15 de agosto. Pero Messi arrancó con fuerza. Un mes y medio después, el argentino sólo se ha perdido un encuentro de Liga (ante Osasuna por culpa de una contractura en el isquiotibial de la pierna derecha) y promedia un tanto por partido. Está imparable si la lesiones le respetan.