La afición del Athletic no distingue entre finales. Concede la misma importancia a una de Copa que a la que se juega en El Sardinero el domingo por la permanencia. O más si cabe a esta. No hay precio ni bochorno futbolístico que la espante. Sólo así se entiende que a las cinco menos veinte de la mañana llegase el primer socio, en este caso socia, para liderar una cola en las taquillas que ocupó en su momento álgido gran parte de la Tribuna Este, es decir, cien metros. Club y futbolistas habían lanzado el guante con el gesto de aportar en torno a 60.000 euros de subvención a la caravana rojiblanca. La afición lo recogió y aceptó el reto. Las costosas 1.500 entradas (de entre 60 y 115 euros) que envió el Racing se quedaron cortas y a Ibaigane no le quedó otra más que telefonear al club cántabro para que enviase una nueva remesa de localidades. Más o menos otras 500.

El frío y la lluvia fueron dos argumentos más de peso a la hora de desafiar la fidelidad a sus colores. Como si los precios, al nivel de la final de la Copa de la UEFA que se disputará en Glasgow, no fueran ya suficiente rémora para quedarse acodado en una barra de bar viendo el encuentro por pay per view. La más barata de las entradas que se despacharon en Bilbao fueron de 60. Se agotaron de inmediato al precio de 30, ya que el resto lo aportaba el Athletic, que trasladará igualmente gratis a su gente en una treintena de autobuses.

Sobre la una, tres horas después de que se abriesen las taquillas a socios y abonados, se agotó el papel. Medio centenar de seguidores dejó sus datos para garantizarles billetes por la tarde. El Racing, que había negado más de 1.500 entradas por seguridad, abrió a gusto el grifo.