"Aquello no me dio ni para cambiar de coche"

Olivella, capitán del 64

"Aquello no me dio ni para cambiar de coche"

"Aquello no me dio ni para cambiar de coche"

xavi jurio

Ferrán Olivella (Barcelona, 1936) fue el capitán de la Selección española que ganó la Eurocopa en 1964, aquella tarde memorable en el Santiago Bernabéu ante la URSS de Yashin. Jugó 16 años en el Barça, 14 de ellos en el primer equipo como lateral y central. Años más tarde sería directivo culé.

¿Me deja tocarle?

¡Toque, toque!

Es que no pasa cada día esto de estar ante el capitán de una España campeona... ¡en fútbol!

Es rara mi rareza, sí. Por cierto: déle las gracias a Relaño, su director, por el artículo que nos dedicó hace unos días a Ramallets, Segarra, Vergés, la gente de mi época. Venía a decir que bien está la fiebre Ronaldinho, pero que el Barça también somos nosotros. Es de agradecer el recuerdo.

Se lo trasladaré, claro. Y yo, además, soy de los convencidos de que pocos de los jugadores del Barcelona actual lograrían ser titulares en aquel que formaron Ramallets, usted, Rodri, Gracia; Segarra, Gensana; Tejada, Kubala, Evaristo, Suárez y Czibor. ¡Y podríamos añadir a Vergés, a Kocsis, a Villaverde, a Eulogio Martínez!

No es nada fácil comparar épocas, pero ¡qué futbolistas cita usted! Muchas veces me preguntan con qué me quedo en mis años de corto y contesto que mi mejor recuerdo es haber jugado en el Barça tanto tiempo con esos jugadores. Desde el juvenil al primer equipo. A nosotros sólo nos faltó ganar la Copa de Europa; yo fui hasta campeón del mundo juvenil en el 54 Mi Copa de Europa fue la de España, claro.

Hablemos sobre eso.

Tuvo mucho mérito pues entonces se jugaba a ida y vuelta, no existía la liguilla como sucede también en la Champions; entonces, una mala tarde te ponía en casa. La cosa empezó con Rumanía. Le hicimos 6-0 aquí y perdimos allí por 3-1. La segunda eliminatoria fue la más complicada, pues Irlanda del Norte nos empató a uno en Bilbao y nos la jugamos allí: ganamos por 0-1, gol de Gento. A la otra Irlanda la ganamos las dos veces, 5-1 y 0-2, y ya accedimos a la fase final, que se jugó en Madrid y Barcelona. Le ganamos a Hungría por 2-1 la semifinal, en la prórroga, con gol de Amancio, y a la URSS, por el mismo marcador, con aquellos goles de Chus Pereda y Marcelino. Yo siempre pensé que el gran equipo era el húngaro y que tuvo más mérito y dificultad ganarles en la semifinal. Aquella Hungría conservaba el sello del gran equipo de los 50, el que lideraba Pancho Puskas. Eran mejores que los rusos que eran más que rusos, pues entonces los ucranios y demás pertenecían a un mismo país, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

¿Qué tuvo de especial aquella final con Franco en el palco, el equipo comunista químicamente puro enfrente? ¿Se sintieron algo así como el brazo deportivo del franquismo dominante?

Especial sí fue pues en la edición anterior el gobierno impidió que el equipo jugara en Moscú. El problema fue que al pedir España la organización de la fase final de 1964 y clasificarse los soviéticos, no hubo más remedio que aceptar su presencia aquí y jugar, que es lo que de verdad nos importaba a los jugadores. La URSS disputó su semifinal en la sede de Barcelona, con Dinamarca, ganó y se presentó en Chamartín.

¿Y?

Recuerdo que había policía en los tejados de los edificios próximos al Bernabéu y que nos extrañó, claro. Nosotros estábamos concentrados en La Berzosa, en Torrelodones, ajenos a todo y en un ambiente muy agradable. La zona está llena de pinares y Villalonga, el seleccionador, hacía la táctica en los paseos con piñas que recogía del suelo. Las más gordas éramos nosotros y las más pequeñas, el adversario. Para entonces teníamos una base de equipo muy definida. Desde que se inició el torneo hasta el final intervinimos 41 jugadores, pero tanto el día de Hungría como el de la URSS jugamos los mismos. Entre Ignacio Zoco y yo, los defensas de centro, había una compenetración perfecta; no me equivocaba ni viéndole saltar: en cuanto se elevaba sabía si iba o no a llegar a la pelota.

¿A Franco le gustaba el fútbol o no?

No sabría qué decirle. Por cierto, que la historia dice que él me dio el trofeo a mí, en mi condición de capitán, y no es verdad: me la dio un señor de la UEFA, pues Franco estaba unas filas más atrás. A él le vimos al día siguiente, cuando recibió al equipo en El Pardo. Yo tenía que hablar, el jefe de protocolo me aleccionó en lo que debía decir, pero al final no abrí la boca. ¡Habló tanta gente que lo dijeron todo! También recuerdo la cena oficial que tuvo lugar después del partido; aquello no era como ahora, que festeja sólo el ganador. Allí coincidimos con los soviéticos y por respeto hacia ellos no nos desmadramos. Eso fue después. Mi mujer estuvo en el partido y nos fuimos a celebrar el éxito con otros compañeros. Aquel triunfo selló una gran amistad entre todos. En noviembre pasado nos juntamos en Baqueira y ya preparamos otro encuentro. Y fuimos todos, incluso los que intervinieron en partidos de clasificación pero no en la fase final. ¡Fue la convocatoria más entrañable y divertida de mi vida! Y, bueno, a los que les salió redondo lo del 64 fueron Fusté e Iríbar; debían ir a la mili y Fusté cuenta que Franco en persona les dijo que estaban licenciados por campeones.

¿Franco fue madridista?

No lo sé.

¿El franquismo protegió al Madrid?

Sobre eso se ha hablado mucho y bueno, en algún momento quizá sí recibieron alguna ayuda, pero el equipo de Di Stéfano, Puskas, Rial, Gento, Kopa y los de atrás, donde estaba un magnífico Santamaría entre otros jugadores estupendos, no necesita ayuda arbitral, ni de Franco, ni de ninguna clase. Nuestro mismo Barça, por ejemplo. Entrando los 50 ganamos las Cinco Copas, luego conquistamos dos Ligas seguidas, otra vez la Copa, la de Ferias Los grandes equipos están por encima de este tipo de comentarios; Helenio Herrera llegó a decir una vez que íbamos a jugar contra el Betis en Sevilla que ganaríamos sin bajar del autocar. ¿Qué ayuda íbamos a necesitar?

Interesante. Pero volviendo al 64, usted ha citado a Paco Gento y el titular ante la URSS fue el malogrado Carlos Lapetra, un extremo zurdo distinto a La Galerna, no tan pegado a la banda.

Sí, Carlos era un extremo falso pues bajaba y ayudaba a los del centro del campo, donde la tarea de creación pasaba por Fusté y Luis Suárez, especialmente.

¿Luis ha sido el mejor jugador español de todos los tiempos?

Desde luego era la referencia del equipo, le buscabas y le encontrabas. Lo hizo aquí y en Italia, cuando le fichó el Inter y lo ganaron todo.

¿Y qué pasó entre él y Kubala en el Barça?

Nada. Fue la grada la que se dividió entre kubalistas, suaristas y herreristas. Helenio fue el mejor entrenador que conocí. No había vídeos, pero él lo sabía todo del rival. Si jugabas en Belgrado te decía, cuidado con Sekularac (Dragoslav, un talento serbio), que recibe y sale por la derecha. Tenía gente por toda Europa que le informaba de todo. Y los martes daba la alineaci la Prensa no se enteraba pero el jugador sí. No entiendo el misterio de ahora. Si sabes que vas a jugar vives concentrado desde el primer momento, empiezas a jugar el partido y a mentalizarte cuatro días antes. Por eso manejó muy bien la pretendida pugna entre Suárez y Laszi Kubala: fuera ponía a Ribelles y en casa, a Kubala. Y a Luis, siempre. El asunto acabó el día que llegó el Inter y puso 25 millones de pesetas de los de entonces. Recuerdo que el traspaso se cerró el día del bautizo de mi hijo Ferran. Luis me dijo que no podría estar en la ceremonia, pero que llegaría al convite, y así fue. Llegó y nos anunció que acababa de firmar por los italianos.

Volvamos a los extremos: ¿con Lapetra y los jugadores de su estilo empezó a perderse el futbolista pegado a la banda, el que abría el campo?

Con nosotros jugaba Villaverde, que era de ese estilo. Se trataba de futbolistas menos veloces que los extremos clásicos, Tejada o Gento, y que se atrasaban para echar una mano a los volantes. Piense que entonces se jugaba con sólo tres defensas y había equipos que salían con cinco delanteros. La solución era atrasar a los volantes, claro. Helenio, encima, ordenaba marcar al hombre, con lo que los de atrás acabábamos asfixiados. Aquello empezó siendo una necesidad y al final, el miedo a perder lo que hizo fue quitar un delantero, luego otro y otro, de manera que se llegó a defender con cinco; de atacar con cinco a defender con ese número.

Acabábamos asfixiados, dice usted. ¿La condición física es la gran diferencia entre el fútbol de su época y el actual?

Me niego a admitir que hoy se entrene más que entonces; igual, vale. Pero más, no. Yo había días que llegaba a casa y me echaba a dormir hasta el día siguiente. Ahora se ha puesto de moda el gimnasio y no acierto a explicarme qué hace un futbolista allí, a no ser que esté lesionado. Mire: el fútbol es velocidad y eso en el gimnasio no se mejora. Al más alto nivel todo el mundo tiene una calidad contrastada; se sabe bajar la pelota, se sabe cómo driblar. La diferencia está en la velocidad, en correr y en pensar deprisa.

Por ejemplo, Leo Messi.

Por ejemplo. Un día se inventó el carrilero y se perjudicó al extremo. Si el lateral sube y sube acaba atropellando al compañero de más arriba. El caso más claro es el del sevillista Alves, un portento físico que puede con todo y tiene sólo 23 años. A mí me gusta el juego por las bandas, pero siempre dependerá de los jugadores que uno tenga. Ahora se habla de que Barça y Madrid pretenden a Cristiano Ronaldo, que me parece excelente. Si alguien pudiera ficharle a él y a Alves sería magnífico. Y si es el Barça y además está Messi Pero, ojo con las estrellas, que son importantes, pero no lo son todo. Un equipo es como una obra en la que está el arquitecto, el aparejador y los que tiran de la carretilla, los del mortero. España ganó en el 64 porque era un equipo.

¿Qué es lo que menos le gusta del fútbol actual?

El teatro que hace mucha gente. Cuando a un tío le entran fuerte no da cinco vueltas de campana; se cae y listo. Yo tuve la suerte de jugar con Pelé, Eusebio, Bobby Charlton, Puskas, Di Stéfano, Kubala, Suárez, Garrincha Gente que jugaba un fútbol maravilloso, se me hace imposible elegir al mejor. Pero lo que nunca hicieron fue fingir.

Alfredo, Puskas, Luis, coincidieron en el Mundial de Chile'62 y nada.

Alfredo no jugó por lesión, pero igual: en nuestro grupo estuvieron Checoslovaquia y Brasil, los finalistas. Hace muchos años que no hay peras en dulce. Yo no jugué aquel Mundial, pero sí el de Inglaterra'66.

Y tampoco.

Fuimos derrotados al campeonato. Villalonga nos concentró en Santiago de Compostela durante 28 días y llovió 21. Antes de viajar jugamos con Uruguay en Riazor y ya no fue bien. El equipo estaba cansado y se introdujeron muchos cambios respecto al del 64. Estuve a punto de jugar contra Alemania (perdimos 2-1), no lo hice y casi lo preferí. Estaba muerto.

Cruyff sostiene la teoría de que España no gana en fútbol porque aquí cada uno es de su padre y de su madre; los vascos son vascos, los catalanes, catalanes; los andaluces ¿Comparte esta teoría?

No, para nada. Es normal que a la hora de comer y dormir haya grupos, que se junten los jugadores de los distintos equipos. Pero en el campo a mí me daba igual Zoco, que era del Madrid, que mi compañero Fusté. O Amancio y Suárez. Los dos laterales eran Rivilla y Calleja, del Atlético, y no hubo ningún problema, al contrario. Hoy y antes, da igual, siempre fue lo mismo, la ilusión por jugar y ganar lo puede todo. Lo único diferente es el dinero. Por ganar la Eurocopa nos dieron cien mil pesetas por cabeza; cincuenta por la semifinal y otras cincuenta por la final. Y la Delegación Nacional de Deportes, cinco mil por barba. Y no se de dónde salieron otras diez mil Yo quería comprarme un coche y no llegué con el dinero de las primas: me pedían 375.000. Pero ilusión por ser internacional, toda. Y eso que el estreno ¡uff!

¿Qué le pasó?

Pues que estaba en la mili, en Barcelona, y viajé a Madrid sin que hubiese llegado al cuartel el oportuno permiso militar. Íbamos a Bélgica y el capitán del cuartel me llamó al hotel, poco antes de irnos hacia Barajas. "Fernando, vuélvete que no ha llegado la citación", me dijo. Llegamos al aeropuerto y me llamaron por megafonía. ¡Era el capitán insistiéndome en que me subiera al primer avión con destino Barcelona! Entonces intervino Benito Pico, que era del Ejército y yo no lo sabía, agarró el teléfono y el permiso voló. Viajé, debuté y ganamos 2-5.

¿Y a usted no lo licenciaron como premio?

No, yo acabé el servicio como cualquier hijo de vecino.

Ha sido un placer, capitán Olivella.

Igualmente. Y, bueno, a ver si pronto tenemos otro capitán de la Selección campeón.

A ver...