Ronaldo, contra el aburrimiento

Liga de Campeones | Dinamo de Kiev 2 - Real Madrid 2

Ronaldo, contra el aburrimiento

Ronaldo, contra el aburrimiento

El Fenómeno empató un partido que parecía perdido. Primer gol de pillo y segundo de penalti. De la Red y Nieto, los mejores entre los canteranos.

Se comenta que Fabio Capello debería jugar a la lotería esta Navidad. San Pancracio no ofrece una efectividad semejante. El problema será acercarse para frotarle los décimos en la espalda porque don Fabio es un hombre de carácter y te puede hacer ingerir el décimo al primer contacto. En cualquier caso, si a la flor del italiano se suma el trébol de cuatro hojas que adorna a Ronaldo es comprensible que al Madrid le lluevan triunfos en cuanto hay dos nubes. Ocurrió en Kiev. Con el partido rotundamente perdido, en los cinco últimos minutos Ronaldo se inventó el empate y Capello sonrió como si se le hubiera confirmado el pronóstico. Si por alguien es de lamentar el resultado es por los chicos del Dinamo, que necesitarán tratamiento psicológico. O hipnótico. Para olvidar.

Cuando dábamos por hecho que nos encontrábamos ante un partido diferente, al menos en el resultado, la historia se repitió y nos confirmó que los encuentros de esta temporada son todos hijos del mismo padre, incluso más: son gemelos univitelinos. Los mismos ojitos e idénticos mofletes. Igual de sonrosados. Es decir, juego discreto, varios sustos, pocas llegadas y, al final, el gato en la cazuela. Y da igual que estés en Kiev o en Tarragona o que recibas en el Bernabéu o visites el estadio del terror. Nieva o truene, viento en las velas.

Después de muchas expectativas, el Madrid salió al campo con tres canteranos de nueva generación en sus filas, Torres, De la Red y Nieto. Y de inmediato se centró sobre ellos la atención del choque. Antes de analizar su actuación conviene decir que estos exámenes deberían tenerlos en partidos con toda la salsa. Sólo así, entrando como reemplazos y no como remiendos, podremos calibrar su verdadera categoría.

Prometedor.

Tal vez De la Red fue el más destacado, tanto por su juego, como por su capacidad para moverse sin complejos, y el miedo suele ser en estos casos el principal enemigo de los jóvenes. Por supuesto, la actuación del chico mejora cualquier versión de los pivotes destructores, porque además de quite, De la Red aporta sentido del juego, gusto y verticalidad. Intuyo que es uno de esos futbolistas que se crecen al contacto con el primer equipo. Lo demostró contra el Écija (golazo) y estuvo a punto de repetir ayer, aunque esta vez su disparo silbó por encima del larguero del portero ucranio (Sasho, para los amigos).

Nieto también tuvo descaro, insisto, el primer requisito para descubrirnos sus virtudes. Si jugó mejor en la primera parte fue porque Capello le ciñó a la banda derecha, la suya. En la segunda mitad, el entrenador envió al chico al extremo zurdo, quizá por esa tendencia tan capelliana de evitar al mundo comodidades, no vaya a ser que nos quedemos traspuestos. Beckham fue entonces el beneficiado al recuperar su ala (de cisne).

La conclusión es que Nieto ilusiona, por extremo y por desenvuelto. Su posición, además, abre el dibujo y mejora el sistema. Tampoco tiene miedo. Se dejó la piel y disparó a puerta en cuanto vio una luz.

Sin duda, Torres fue quien tuvo peor fortuna. En concreto la de ser defensa, defensa central. En el Madrid este puesto, desde hace años, es una trituradora y el motivo hay que localizarlo en el alicatado del equipo, todavía muy mejorable y en el instinto atacante. Se le vieron detalles de clase, pero cometió un par de errores de esos que se pagan limpiando letrinas. Eso sí, lo suyo no fue nada comparado con lo de Mejía, especialmente desafortunado y tembloroso. De hecho, marcó el primer tanto del Dinamo, un apreciable remate de no haber sido realizado por la pierna equivocada. Le puede pasar a cualquiera, cierto, y mejor que te ocurra en noches así, de dispersión general y ensayos variados.

A pesar del gol, el tono general del encuentro era de disputa y pelea constante, sin hermosuras y sin que tampoco las esperásemos. El Dinamo mejora ante su público y el Madrid no tomó el duelo como una cuestión menor, sino que dio la impresión de estar seriamente interesado.

Cassano pudo empatar a los cinco minutos, al recibir un magnífico pase de Beckham desde Vladivostok, pero su remate se estrelló en el hombro de Sasho, portero inmensamente grande. Por cierto, entre los cracks en busca de papel, Cassano fue el único que no lo encontró.

Los ucranios volvieron a marcar en una jugada que empezó siendo de mérito y acabó resultando de fortuna. Shatskikh, el autor del primer tanto, vio cómo el balón rebotaba en una de sus piernas después de un rechace de Diego López. El resultado no hacía mucha justicia y hacía peligrar lo apacible de un encuentro sin riesgos aparentes.

En la segunda parte, el Madrid adelantó líneas y se le notó el empeño general. Eso no se critica. Corren todos, pelean todos. Y aunque puede que no disfrutes, al menos te vas cansado, con la sensación de tener mejores abdominales, leves chocolatinas.

El primer aviso lo dio Beckham, si bien se lo sugirió Ronaldo. El brasileño descubrió un camino con un taconazo y el inglés galopó hacia la portería contraria con tiempo de apuntar el cañón. El chut fue fabuloso y atronó en el segundo palo como el impacto de una bala. Es fácil que el poste todavía vibre.

El acoso del Madrid no significaba que el Dinamo estuviera encerrado, en absoluto. Los ucranios seguían llegado con cierta frecuencia, lo que animaba mucho a una parte de su afición, que botaba para evitar la congelación y al tiempo se quitaba las camisas para provocarla. Curiosas costumbres y buen vodka.

Protagonista.

Según pasaban los minutos, Ronaldo se hacía cada vez más importante, más trascendente. Como si hubiera entrado en calor, a lo que ayudaron seguro los pololos y los guantes. Tocaba, salía, miraba, probaba. Tramaba algo.

A todo esto Capello no se daba por aludido y sus cambios no reflejaban la más mínima ambición ofensiva, torre por torre, alfil por alfil. Javi García y Valero entraron en lugar de De la Red y Nieto. Al hijo de Michel nos quedamos sin verlo. Ya les he hablado de la lucha del italiano por educarnos con virtudes espartanas. Y un dato que resume la aplicación visitante: a falta de un cuarto de hora para el final, el Madrid acumulaba 29 faltas en contra y sólo ocho a favor.

Cuando el encuentro se escurría por el fregadero, Beckham sacó un córner y Javi García peinó el balón, que terminó en los pies amarillos de Ronaldo. No perdonó. Empujó con la zurda, recortó distancias y alargó la esperanza. Con fundamento. Inmediatamente después Ronie enfiló la portería como un toro y por el camino fue placado por Rodrigo y Mandzyuk. Penalti y Van Nistelrooy en el banquillo. Ronaldo se lo asignó y lo marcó con tranquilidad absoluta. Empate. Y nuevo lanzador oficial.

Ya hubiera sido demasiado un tercer tanto, aunque ahora pienso que sólo faltó tiempo. El Dinamo estaba tan aturdido que interpretó el pitido final como un alivio. El Madrid sonrió. Lógico. Nada se interpone entre él y sus objetivos.