19. Cañizares: Una promesa del judo que acabó bajo palos

Mundial 2006 | España, del 23 al 1

19. Cañizares: Una promesa del judo que acabó bajo palos

19. Cañizares: Una promesa del judo que acabó bajo palos

A sus 36 años vuelve nuevamente a la Selección. Cuando eran pocos los que apostaban por él, el meta valencianista se ha ganado a pulso un puesto entre los 23 mejores jugadores de España. Ahora lucha con Iker Casillas por la titularidad en la portería.

La vida de José Santiago Cañizares Ruiz (Madrid, 18-12-69) siempre ha estado ligada al mundo del deporte. Sin ir más lejos, su padre sigue siendo profesor de judo a los 67 años, además de entrenador, árbitro y examinador nacional. Por este motivo, desde muy pequeño su progenitor ya le inculcó los valores de tan noble deporte. De hecho, el meta internacional puede presumir, entre otras cosas, de ser cinturón negro primer dan, algo que siempre le ha ayudado a mantener la agilidad bajo palos. Aunque a día de hoy es uno de los porteros más reconocidos del panorama mundial, sus inicios no fueron sencillos. "Empecé con la ilusión de cualquier chaval en el Calvo Sotelo y aunque siempre sueñas con jugar algún día en Primera, las cosas nunca fueron fáciles".

No obstante, si alguien influyó en su trayectoria, ése fue Eduardo Caturla, entrenador a principios de los 80 del Calvo Sotelo. "Él fue la persona que cambió mi vida, ya que siempre confió en mí y fue el primero que me dijo que tenía que ser jugador de fútbol profesional". Pese a todo desde bien pequeño Cañizares tuvo que dejar su casa para marcharse a la capital de España, donde ingresó a los 16 años en la escuela del Real Madrid. "En la residencia los días eran muy largos, ya que echabas mucho de menos a la familia, pero por el contrario guardo muy buenos recuerdos de esos inicios en un club tan gran como el Real Madrid", reconoce el portero valencianista, que no olvida su primera temporada en el Castilla, donde empezó a conocer la dureza del fútbol.

No obstante, hasta llegar a la élite no todo fue tan fácil. Tuvo que emigrar a Elche, donde vivió otra mala campaña y luego a Mérida. De allí, el mejor recuerdo que guarda es haber estado bajo las órdenes de Juan Gómez 'Juanito'. "Vaya palo fue su pérdida. Recuerdo que yo y dos compañeros más habíamos ido a Madrid a ver aquel partido ante el Torino y cuando paramos a repostar camino de vuelta a Mérida nos enteramos por la radio que Juan había fallecido precisamente por la misma carretera que nosotros estábamos transitando. Nos quedamos bloqueados sin saber qué hacer. Estoy seguro que Juan hubiera sido un excelente entrenador". El club emeritense fue su salto definitivo hacia la élite, ya que el Celta de Chechu Rojo apostó muy fuerte por él. Llegaba su hora en Primera y Cañete no defraudó. El 6 de septiembre de 1992 debuta en la máxima categoría en un derby frente al Deportivo que acabó 2-0 a favor de los deportivistas. "En Vigo pasé dos años muy buenos y a Chechu le estaré eternamente agradecido, ya que, además de lo deportivo, en el plano personal tuvo un detalle conmigo que nunca lo podre olvidar".

En la Selección siempre apuntó desde muy joven. Su primera experiencia en la 'roja' no pudo ser mejor, ya que en el 86 ganó el Europeo sub-16 en Atenas. También estuvo en el Europeo sub-18 y en el Mundial sub-20. No obstante, si hay algo que no olvida fueron los Juegos de Barcelona, donde consiguió el Oro. "La verdad que fue todo perfecto. Es una experiencia inolvidable, ya que el ambiente que se vive en unas Juegos es espectacular, creo que no se puede comparar a nada".

El debut.

Al poco tiempo y de la mano de Javier Clemente llegó su cita con la absoluta. En la retina de todos está aquel 17 de noviembre de 1993 en el encuentro que la Selección jugaba en Sevilla frente a Dinamarca y nos debía dar el pase al Mundial de Estados Unidos. "Expulsaron a Zubizarreta y me tocó salir a mí. Vaya partido y vaya compromiso a mis 23 años. La verdad es que fue inolvidable, me salió todo perfecto. Yo creo que es el partido soñado por cualquier jugador". Era su consagración con la 'roja'.

No obstante, el destino le tenía preparado su regreso al Real Madrid. El club que lo desechó y le dejó marchar al Celta reclamaba ahora sus servicios. Cañizares regresaba a la casa blanca, pero ya curtido en mil batallas. Allí ganó dos Ligas y una Liga de Campeones, pero la llegada de Capello e Illgner le cerraron las puertas de la titularidad. Aguantó la temporada con el técnico italiano al frente, y luego ganó la Champions con Heynckes. La figura de Cañizares se iba engrandeciendo. Sabía que en el club del Santiago Bernabéu iba a tener muy complicado jugar, por lo que Valencia sería su nuevo destino hasta hoy. No obstante, guarda un excelente recuerdo de su etapa en el Real Madrid. "Fueron unos años excelentes y siempre les estaré agradecidos, ya que me formaron como persona. No guardo ningún rencor".

Ídolo.

Y es que desde el primer día se integró perfectamente en la capital del Turia. En pocos meses se erigió como uno de los ídolos de la afición y, todavía a día de hoy, sigue siendo el gran referente. Su carácter extrovertido y su aspecto extravagante le hacen no pasar desapercibido ante nada y ante nadie. "Mucha gente habla de mí sin conocerme y eso creo que es un error. Yo no enjuicio a la gente si no los conozco y creo que en alguna ocasión se me ha criticado con poco fundamento". Y es que Cañizares no genera indiferencia. No se tiñó el pelo por una apuesta ,sino por cambiar el estado de ánimo. "Me gusta cambiar mi aspecto. No estaba atravesando un buen momento por culpa de una lesión y pensé que teñirme el pelo me ayudaría y así fue".

En el plano más íntimo, aprovecha cualquier minuto de su vida para estar con sus hijos -Carlota, Lucas y Olivia- y su mujer Marina. Sus vástagos son el principal motor de su vida y difícilmente la podría entender sin ellos. Ahora y, tras un tiempo ausente, vuelve nuevamente a la Selección con Luis Aragonés al mando. Cuando nadie apostaba por él, ha regresado por la puerta grande como tan habituado está su íntimo amigo Enrique Ponce.

Su deseo es el mismo que el de todos los españoles. Es decir: "Hacer algo grande". Y es que de su mente ya está "borrado" el infortunio con un frasco de colonia en los días previos a la disputa del Mundial de Corea y Japón.