La juventud toma el mando

Primera | Málaga 0 - Real Madrid 2

La juventud toma el mando

La juventud toma el mando

carlos martínez, mariano pozo y paco rodríguez

Sergio Ramos y Robinho sentenciaron. El Madrid vivió de las rentas en la última media hora, pero el Málaga fue incapaz de marcar un gol.

Una vez en el córner, Zidane se puso la mano en el pecho, muy en el estilo de las figuras de El Greco, la planta enhiesta y el gesto grave. Jugada ensayada o flato. El balón trazó una parábola y en su vuelo sucedieron cosas, muchas. Varios de los rematadores buscaron el primer palo con estruendo; otros, con sigilo, el segundo. Y el balón completó la media luna en el poste más lejano, donde esperaba Sergio Ramos colgado del aire, dispuesto a sacudirse la melena, que uno se deja el pelo largo para que luzca a la salida de las piscinas y los córners. Gol. Jugada ensayada. Y primera huella dactilar del nuevo técnico, que ya sabemos qué hace cuando cierra la puerta en los entrenamientos.

El gol no sólo encaminó la victoria del Madrid, la confianza del Málaga era frágil. Nos confirmó, por si nos faltaban pruebas, que Sergio Ramos es la mejor noticia que ha recibido el madridismo esta temporada y será difícil que reciba una mejor, toco madera. El muchacho, con sólo 19 años, tiene el aire de los jugadores que han hecho historia en el Bernabéu. Exhibe coraje y no le falta calidad, cuestión que resulta más evidente cuando juega de mediocampista. Quizá le falte todavía algo de jerarquía, capacidad de mando, pero tiene un inmenso margen de mejora. Y gol. En los últimos años el Madrid se había acostumbrado a desperdiciar sistemáticamente los saques de esquina y lanzamientos de falta. Ahora los mete. En gran parte, el equipo vive de eso. Y Ramos es un especialista.

Cuatro minutos después del tanto de Sergio Ramos, Robinho acabó con la intriga del partido, que duró media hora. Cuando menos se le esperaba, porque había fallado mucho, el muchacho controló un balón y se fue directo a la portería de Arnau. Le salió al paso Fernando Sanz y lo burló con un dribling tan rápido y tan preciso que no necesitó de aspaviento alguno. Como el balón salió botando del regate y los balones que botan invitan, el chico decidió zanjar la jugada con un zurdazo inesperado que batió a Arnau y nos batió a todos, los que dudábamos. Probablemente, la mejor acción del chaval desde que nos deslumbró aquella tarde de verano en Cádiz. Culebrea, luego existe.

Robinho no hizo nada comparable durante el resto del partido, pero la gran novedad es que al menos lo intentó y eso nos da argumentos para creer en su definitiva recuperación. Hasta estuvo a punto de conseguir su segundo gol (y rehabilitación psicológica total) en una incursión por la izquierda que taponó Arnau en última instancia.

No diré, sin embargo, que mejora pegado a la banda derecha, donde le sitúa López Caro, porque esa ubicación no es otra cosa que el remedio casero para disimular que el equipo carece de extremos. En mi opinión, el peligro de Robinho es mayor cuando arranca en la mitad del campo rival y plantea al defensa contrario la triste alternativa de ser regateado o hacer falta. Y para eso no necesita banda, sino libertad, descaro.

La esperanza.

No es una casualidad que el Madrid consiguiera ayer la victoria gracias a un chico de 19 años y otro de 21. Es una señal del camino a seguir, es la ruta de la esperanza. En los tiempos de crisis se descubren otras voces y sobre jugadores como Sergio Ramos y Robinho debe construir el Madrid un proyecto de futuro en el que podría admitir un toque de exquisita veteranía como Ballack, pero en el que no sé qué demonios pinta Roy Keane. Pero esa es otra historia.

Los dos goles, casi seguidos, derrumbaron al Málaga. Tal vez no en la actitud general, que siguió siendo encomiable, pero sí mentalmente. Por mucho que se corra y se salte, si no existe confianza, no hay nada. Y no había confianza. El mejor ejemplo de esa entrega sin resultados es Salva, que se encaramó sobre espaldas ajenas, rodó por el suelo y cabeceó cabezas hasta completar un curso de marine. Pero sin éxito. Y cuando por fin coordinó un grácil movimiento, una fabulosa chilena después de parar el balón con el pecho y controlarlo con la cabeza, el balón se dirigió dócil a las manos de Casillas. Pese a tanta penuria, mantengo que es mejor ariete de lo que algunos creen.

El resto del Málaga tampoco ofreció mucho. Después de la presión inicial que atosigó al Madrid, especialmente a Ramos y a Guti, el equipo se difuminó, sin profundidad, sin juego por las bandas y sin solidez en el centro del campo. Es como si después de la contención, imagino que estudiada durante toda la semana, ya no hubiera otro plan, o no llegaran las fuerzas para cumplirlo. El sistema se resquebrajó con el primer gol en contra y sucumbió al segundo.

Excepción hecha de los goles, tampoco se puede afirmar que el juego del Madrid haya evolucionado mucho. Sigue siendo lento y no podría ser de otra forma porque la mayoría de los futbolistas lo son, asunto que tenía claro Luxemburgo y al que no puso remedio en la pretemporada. Los grandes crímenes de los entrenadores se gestan en verano.

Los años.

Zidane es la muestra más clara de la cera que arde. Pone empeño, pero las más de las veces es una rémora en los movimientos de ataque del equipo, pues se enreda en pequeños desafíos personales y aislados, como salir de un regate o deshacerse de quien le presiona, asuntos de los que no se beneficia el grupo y él muy poco. A pesar de ser el peor del Madrid, López Caro no lo sustituyó, y tal vez sea eso lo que necesite, un descanso, una reflexión.

De Guti, asumido su talento, lo mejor que se puede señalar es que renunció a la brillantez personal para dedicarse a labores de fontanería, robo de balones y asistencia para sacar la pelota jugada. De Ronaldo no se puede decir mucho porque no dejó más que una pincelada, un cambio de ritmo que le dejó solo ante Arnau, pero falló en el remate. Lo demás fue estrellarse contra los defensas, excesivamente individual, al igual que Zidane, obsesionado por sacar adelante retos personales.

Durante la segunda parte, el Madrid se fue echando atrás, seguro de su triunfo, lo que aprovechó el Málaga para conquistar terreno. Es extraña la falta de voracidad de los grandes equipos, del Madrid en concreto. Ayer pudo buscar una goleada que le hubiera dado tranquilidad y confianza y se conformó con los tres puntos. Ignoro si es comodidad, sindicalismo o piedad.

La salida al campo de Paco Esteban reactivó al Málaga, pues el canterano propició un par de buenas ocasiones. La entrada de Morales también provocó algún susto a la zaga madridista. Pero hacía rato que ya no había partido.

Se pueden sacar pocas conclusiones de lo visto, porque Málaga y Madrid son rivales de mundos distintos. Si acaso seguir investigando esas huellas dactilares, a ver si hay más.