Vigo: dos ascensos en dos semanas
Jandro liberó la tensión y Perera desató la locura

A lo grande. Sufriendo, pero con final feliz, como mejor sabe. El Celta ya está en Primera División, por segunda vez en esta temporada. Ayer tenía que ganar en Lleida y no falló. Jandro y Perera desataron al celtismo como pocas veces se había visto. Tanto sufrimiento lo merecía. Y es que el primer gol lo marcó la afición. Tras hacerse mil kilómetros por carretera, hora y media antes ya estaba esperando la llegada de su equipo para darles el primer y gran empujón de la tarde. Claro que eso también puede tener una consecuencia paralela. Quizás por la presión que tenía encima, el cuadro celtiña empezó dubitativo, nervioso y con la mente fuera del partido. Fallos defensivos, imprecisiones y falta de entendimiento entre sus jugadores. Los claros síntomas de la ascensitis.
Además, hay otro dato esclarecedor. El primer disparo a portería de los de Vázquez fue al cuarto de hora, con un lanzamiento lejano de Jonathan. Claro que las peores noticias llegaban desde Éibar, con el gol del equipo local, en lucha también por el ascenso, y que dejaba momentáneamente a los celestes en Segunda. Aún quedaba mucho por delante. Poco a poco, los gallegos se sacudieron el empuje leridano, pero todavía les quedaba algo por hacer: faltaba atacar bien. Y fue entonces cuando apareció la figura de Jandro, que vivió las dos caras que tiene el fútbol. Primero tuvo la ocasión más clara, pero como dudó entre centrar y chutar al final le salió un churro. La siguiente indecisión le costó unos tímidos silbidos de la grada, pero su momento de gloria llegó justo antes del descanso. Gustavo López, que empezaba a entrar como quería por la izquierda, le puso un balón en la frontal al asturiano y éste, con mucho temple, la puso donde no llegaba el portero, junto al palo. La celebración contenía rabia, daba a entender que aunque el de ayer pudo ser su último gol con el Celta, gran parte del ascenso también es suya. Nadie se lo puede negar.
Nadar y guardar la ropa. Además de ser psicológico, el gol de Jandro calmó los ánimos del equipo vigués. Tal y como se preveía, en la segunda mitad no hubo fútbol. Al Celta no le venía mal, y el Lleida se quedó sin gasolina. Lo mejor en este tipo de casos es controlar el partido y mirar de reojo el reloj. Y en eso, como buen argentino, el fenómeno es Gustavo López. Aguantó el balón, impuso el ritmo y, lo más importante, se echó al público encima. En esos momentos, Jonathan pudo sentenciar, mientras el Lleida tampoco es que inquietara demasiado. Pero el resultado, peligroso, obligaba a ser cauto hasta que no llegase la sentencia. La que puso Perera cuando sólo quedaban cinco minutos para el final. Y con ese gol se desató la locura, una locura de Primera.