El último día de la galaxia

Liga de Campeones | Juventus 2 - Real Madrid 0

El último día de la galaxia

El último día de la galaxia

El ciclo terminó en Turín. Ronaldo no pudo rescatar a un Madrid mediocre. Trezeguet y Zalayeta, verdugos. Ayer falló Luxemburgo

Duele más porque cayó el Madrid sin grandeza alguna, porque durante mucho tiempo tuvo el partido en sus manos y, en lugar de liquidar el asunto, se confió al empate a cero, encaminándose por culpa de ese miserable conformismo a la boca del lobo, a esos últimos quince minutos que dependen más de la emoción que del talento, "los minutos italianos" los llamó Paco González en la SER, y tenía mucha razón. Se mató solo el Madrid, por eso da más pena.

Pero si el partido deja en evidencia la defunción del Real Madrid actual, el de los galácticos, no sale mucho mejor parado de él Vanderlei Luxemburgo, cuyos errores fueron clamorosos y reiterados. Como se preveía, el entrenador se empeñó en apostar por Raúl, aunque muy pronto se confirmaron las lógicas sospechas y se comprobó que es imposible que un futbolista esté en condiciones de jugar después de una gripe de diez días y sólo tres entrenamientos. Raúl, un alma en pena, no sólo disputó 90 minutos, sino que alcanzó la prórroga; sólo entonces fue reemplazado por Owen.

No necesita el Madrid tales heroicidades y menos aún si condenan al banquillo a Guti, al que enseñaron a ser centrocampista para sentarlo después, el futbolista en mejor estado de forma de la plantilla, el único capaz de activar a los delanteros, de agilizar el juego, de otorgarle dinamismo. Lo volvió a demostrar ayer en cuanto pisó el césped. Guti es el complemento ideal del poderoso Gravesen (inmenso en Delle Alpi), pero el entrenador, como ya les ocurrió a otros, no tiene valor o autoridad o criterio para sentar a un galáctico, y valdría cualquiera a excepción de Ronaldo. Sí, porque Ronaldo, junto a los centrales y el citado Gravesen, fue el único que estuvo a la altura de las circunstancias, a pesar de no ser asistido como merece. Pese a todo estrelló un balón en el palo y generó las ocasiones más peligrosas del Madrid. Cuando fue expulsado al repeler una agresión de Tacchinardi el equipo ya agonizaba.

Pero el problema de Luxemburgo no fue sólo de elección, sino de reacción, pues fue incapaz de evitar el naufragio que se mascó durante todo el partido. Resultaba desesperante el equipo cuando tenía al rival a su merced y dormía la pelota, cuando insistía en rondos absurdos en lugar de buscar a Ronaldo, sin bandas, ni profundidad. Pensar en esos momentos en los contraataques del Chelsea era escalofriante. El técnico, que lo veía, se limitó a reemplazar a Zidane en el minuto 73, lo que privó al Madrid de una genialidad aislada. El cambio fue tan torpe como cuando Luxe sustituyó a Ronaldo y evitó que pudiera vengarse de Cúper, imagino que lo recuerdan.

Muchos futbolistas (y directivos) se ofendieron públicamente cuando hace un par de meses se habló de fin de ciclo, los malvados periodistas. Pero la cuestión ya es indudable. El encuentro de Figo constata su declive, aunque no haya pegas que poner a su pundonor. Es el líder y estandarte de otro equipo, pero no de este. Lo de Raúl está dicho y a Zidane sólo cabe conservarlo para partidos especiales y de alfombra roja. Cosas parecidas valdrían para el icono Beckham y el agotado Roberto Carlos. Ninguno es responsable concreto del desastre, pero su reunión es insostenible para cualquier equipo. Tal vez lo único que se puede extraer del caos es que se impone ahora una renovación radical que de otro modo se hubiera retrasado.

Duele más la eliminación porque la Juve es un rival inferior al Madrid, porque no tenían a Nedved, una ventaja casi infinita, porque es el futbolista que otorga una categoría superior a sus compañeros. Aún así, los italianos encerraron al Madrid en los primeros 30 minutos, el voluntarioso Camoranesi convertido en un ángel flamígero por la banda derecha. Fue después de esa primera media hora cuando cambió el rumbo del choque y el Madrid se apoderó del balón, fue en ese preciso instante cuando dio la impresión de que la clasificación sería incluso sencilla. Pero nadie disparó, ni lo intentó siquiera, mal destino el del pistolero que ahorra en pólvora y balas.

En la segunda mitad ese dominio fue todavía más clamoroso y estoy convencido de que la Juventus se sintió muerta durante mucho rato, sin balón, incapaz de presionar, todas sus vergüenzas al aire. Pero el tiempo corría a su favor. También los cambios, pues entraron Tacchinardi y Trezeguet, muchísimo mejores que Pessotto (ambitorpe) y Del Piero (otro que acaba ciclo). Ronie tuvo la sentencia en sus botas después de una galopada que comenzó en el centro del campo y acabó con un remate cruzado que rozó Buffon y se estrelló en el palo. Fue el arrebato de una estrella.

El gol de Trezeguet fue fruto del fútbol primitivo y machacón de la Juventus: pelota al segundo palo, dejada de Ibrahimovic y remate perfecto del francés en media chilena. La única respuesta madridista a eso fue una falta lanzada por Roberto Carlos que se complicó Buffon él solo. Luego vino la prórroga, la entrada de Owen y Guti, desquiciado, intentando agitar a un montón de maniquís. El desenlace era evidente y lógico porque el campo estaba inclinado hacia la portería de Casillas. Zalayeta, que ya eliminó al Barça en la Champions 2003, fulminó al Madrid con un disparo raso.

No se acaba el mundo, suelen decir las madres. Es opinable. Lo que sí se acabó es el Madrid actual. Vista la eliminación de Barça, quizá hasta le evitaron el ridículo de una muerte más cruel en la próxima ronda.