Les voy a situar. Hotel Jolly Ligure de Turín. En la Piazza Carlo Fetiche, donde imagino que muchos hinchas del Torino, el equipo más popular de la ciudad, celebrarán esta noche los goles de Ronaldo y Raúl en Delle Alpi. En el hall, una docena de periodistas españoles desplazados para seguir el Juve-Real se congregan junto a una pantalla que nos dio dos horas de lujo, cerveza, pasión y fútbol, mucho fútbol. El Chelsea-Barcelona suponía un aperitivo interesante para los enviados especiales al corazón del Piamonte. No es que nos fuera nada en ello, pero siempre era interesante imaginar si el Barça estaba preparado para afrontar una revancha de la semifinal de la Champions del 2002. ¿Recuerdan? Pasó el Madrid. Normal.

Ronaldinho intentó cambiar la historia con dos genialidades, mientras mi compañera Lourdes, de TVE, o Carlitos Rodríguez, de Onda Madrid, o Quiroga, el megatécnico de la SER, disfrutaban de sus pintas. Roncero, un servidor, estaba por allí en plan aséptico. No me quitaba el sueño. Pero fue curioso constatar, y me dieron muchos la razón, que Collina supo ser justo para pitar la mano de Belletti en Sevilla que no tuvo castigo.

Las paradas increíbles de Cech subieron la temperatura ambiental hasta que Terry puso su cabeza para firmar el finiquito del Barça en el que iba a ser su gran año. Abrazos, Gibraltar español y qué bello es el fútbol. ¿Pudo haber falta a Valdés? Quizás, pero nosotros vinimos para ver el Juve-Madrid y esa guerra no es la nuestra. Un vacilón se despidió de la velada a lo grande: "¿Cuántas Copas de Europa tienen entre Chelsea y Barça? Una. Un bonito partido de meritorios en la Champions". Y yo les añado. En la víspera del mágico partido de Old Trafford (hat-trick de mi gordito cósmico, más conocido como Ronaldo), la Prensa desplazada vivió la eliminación del Barça ante la Juve. Gol de Zalayeta en la prórroga. Cosas del destino. ¿Será premonitorio, Ronie?