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Primera | Real Madrid 3 - Betis 1

Una victoria muy cara

El Madrid recorta al Barça, pero pierde a Casillas. Ronie, injustamente abucheado. El Betis causó una magnífica impresión en el Bernabéu

Actualizado a
Los jugadores del Real Madrid celebran los goles haciendo  piña.

Hoy hablaremos del amor y sus variedades. Empezaremos por el desamor. Un sector del público abucheó ayer a Ronaldo por fallar varias ocasiones (quizá todas), incluso hubo quien mostró pañuelos para censurar su actuación. El brasileño fue tratado, por esa parte de la grada, con la severidad e injusticia que se dedica a los jugadores rivales, esos que están condenados desde el inicio. El único pecado de Ronaldo fue la falta de acierto, porque estuvo participativo y bastante implicado en el juego, siempre muy cerca de salirse con la suya, hasta estrelló un balón en el palo.

Se entienden aún menos esos pitos si se piensa que el Madrid ganaba y el juego general era notable; si se tiene en cuenta que Owen, a excepción del gol, estuvo, aunque muy trabajador, igualmente desafortunado. Pero ocurre que una parte del respetable (destaco esta condición) ha llevado hasta tal el extremo la vieja querencia del Bernabéu de premiar el esfuerzo que ha convertido a Ronaldo en el símbolo de todo lo contrario, olvidando por el camino su inmensa contribución al equipo, su capacidad para sostenerlo en las condiciones más adversas.

Si algún jugador del Madrid, además de Casillas, debiera gozar de cierta indulgencia es Ronaldo y creo que ningún futbolista como él reaccionaría con más generosidad al ánimo del público ante un fallo, ninguno lo haría de forma más inmediata. Menospreciar a Ronaldo no es sólo perderlo para el futuro, es también anularlo para el presente, en Turín no deben entender nada.

Dije partido notable del Madrid, pero debería aclarar que lo fue por el magnífico despliegue del Betis, uno de los equipos más valientes y talentosos que ha visitado el Bernabéu. Si el Betis no sacó otra cosa que admiración es porque en el fútbol, como en el amor, hay expertos en el entretenimiento y especialistas en el remate. Eso hizo que el dominio bético fuera sólo platónico. También contribuyó a ello Casillas, que sacó dos balones que hubieran entrado en cualquier otra portería del mundo. El primero fue un disparo de Edu, raso y cruzado, preciso como una hipotenusa. Lo desvió con las yemas de los dedos. El segundo fue un chutazo de Benjamín que abría el vuelo buscando la escuadra. También lo despejó, le faltó la capa roja.

Los héroes. Antes de ese catálogo de palomitas (con sustancia), Owen había abierto el marcador al aprovechar un centro de Solari desde la izquierda. Milésimas antes de ver el balón en la red nadie hubiera dicho que la jugada tenía peligro (ni mucho ni poco), pues el inglés controló la pelota con problemas, agobiadísimo por el marcaje de Juanito, que le supera en 13 centímetros (de alto) y ante el que parecía tan inofensivo como un Niño Jesús. Sin embargo, Owen recuerda muchísimo a Butragueño en su manera de rentabilizar las ocasiones más insospechadas. También en su aparente fragilidad y en su modo de aprovecharla. El caso es que el chico se revolvió y batió a Doblas, difícil decir por dónde pasó el balón.

El Betis continuó su ejercicio de seducción apoderándose del centro del campo. Gravesen es un buen futbolista pero encomendarle todo el trabajo en ese terreno es pretender que siempre se comporte como un héroe en cada encuentro. Y ayer lo fue, pero no es plan.

Con ese panorama llegó el segundo gol del Madrid, precedido por una decisión muy discutible del árbitro, que castigó como cesión lo que parecía sólo un despeje que llegó a las manos del portero. El libre indirecto dentro del área se encargó de percutirlo Roberto Carlos, que fusiló al Betis en pleno. Es cierto que Joaquín, en el extremo de la barrera, se giró levemente, pero ese gesto sólo evitó que no entrara todo él adosado a la pelota. Roberto Carlos celebraba así su partido 300 en Primera División.

En la segunda parte es cuando comenzó a nublarse la felicidad madridista. Al poco tiempo, Casillas se lesionó y fue sustituido por César. Enorme ovación a Iker. Y miedo. Dice el refrán que los amores platónicos son pistolas cargadas que corren el riesgo de dispararse y algo así estuvo cerca de ocurrirle al Betis. Edu acortó distancias: control dirigido y trallazo de impresión. La sombra de otras remontadas visitantes duró exactamente dos minutos, el tiempo que tardó Helguera en lograr el tercero de cabeza. Algunos béticos reclamaron fuera de juego, pero sólo lo fue posicional de Owen.

Guti, que entró por Solari, mejoró el juego del Madrid, hasta entonces muy generoso, pero falto de profundidad y presencia ofensiva en el centro del campo. El Betis, que empezó inclinándose del lado de Joaquín (una maravillosa internada se quedó en tiro candoroso), terminó confiado al enorme talento de Oliveira, nunca lo pensé, lo confieso. Un gran disparo del brasileño puso en apuros a César. Pero lo mejor estaba por llegar. Mientras Ronaldo se estrellaba contra la mala suerte, los centrales del Betis y su propia ansiedad (no marca desde el 16 de enero), Oliveira ofreció lo mejor de su repertorio, lo nunca visto: encaró a Helguera y lo burló con una preciosa cola de vaca. El cañonazo consiguiente lo repelió César. También intervino en la última ocasión del Betis, en el tiempo descuento. Esta vez Raúl Bravo estuvo providencial y sirvió de parapeto. Así acabó el partido, muy lucido, hermoso.

El Betis se fue con la ligera satisfacción de la labor bien hecha y el Madrid con la leve inquietud que le causó la lesión de Casillas y el abucheo a Ronaldo, los dos futbolistas a los que se entrega el equipo en las grandes ocasiones, y se acercan dos: visita a Mestalla y Delle Alpi. Sin ellos, física o mentalmente, el Madrid pierde escudo y espada.

La Liga que dábamos por muerta sigue viva, aunque sigo siendo de la opinión de que el Madrid debería centrar toda su atención en la Champions, pues su capacidad de concentración sólo está garantizada en las eliminatorias a vida o muerte, en el recorrido de dos partidos. Otra cosa sería que el Barcelona siguiera ofreciendo regalos. El Betis tiene juego y hechuras de equipo de Champions. Serra Ferrer merece una estatua.