Mucha entrega y poco premio

Liga de Campeones | Real Madrid 1 - Juventus 0

Mucha entrega y poco premio

Mucha entrega y poco premio

La Juve escapa con opciones pese al mejor juego del Madrid. Exhibición de Zidane y Roberto Carlos. El árbitro no vio dos penaltis italianos

Buen partido, magnífico resultado y ligera sensación de ocasión perdida, o quizá simplemente aplazada, porque salió viva la Juve cuando estaba medio muerta y eso duró mucho tiempo, toda la segunda parte e incluso más. Sin embargo, si nos aferramos a la ilógica del fútbol, tal vez sea mejor este marcador, favorable pero aún incierto, que el 2-0 sobrado y arrogante que en Turín hubiera invitado al Madrid a defender con uñas y dientes la renta conseguida y ya saben cómo suelen acabar esas cosas, sin uñas ni dientes. Pero no adelantemos acontecimientos.

Si muchos hubieran firmado el marcador final antes del choque, más de uno se hubiera conformado con el empate a cero al ver los primeros minutos del mismo, al menos yo lo hice, lo confieso. Porque no salió el Madrid en el plan arrollador que se esperaba, como si hubiera renunciado a su derecho a comportarse como un anfitrión apasionado o, lo que era peor, como si no pudiera hacerlo. Y la Juventus aprovechó esa tregua forzada o fingida para estirarse y acercarse a la portería de Casillas, con cierta timidez, eso sí, pero asustando muchísimo, el miedo no distingue las pistolas de plástico de las otras.

Como consecuencia de ese intercambio de papeles, Nedved, en un exceso de celo en la presión, lesionó a Salgado a los tres minutos. Luxemburgo dudó si reemplazarlo por Pavón, pero lo sustituyó finalmente por Raúl Bravo, que fue recibido por el Bernabéu y cercanías con indisimulada desconfianza. El muchacho, que de ser algo es zurdo, ocupó el lateral derecho y vivió una curiosa historia que sólo tiene paralelismo, si acaso, con la de El Lute, pues en 80 minutos pasó de robagallinas a licenciado en derecho. Luego lo contaremos.

Pero lo que rescató al Madrid de las dudas iniciales fue la fabulosa actuación de Zidane y Roberto Carlos, me atrevería a decir que por ese orden. Después de algún tiempo en la sombra, el francés volvió a ser ese futbolista en trance que conduce a los suyos e hipnotiza a los enemigos, pobres niños intentando pillarle el truco al mago, así se pasó Blasi el partido. En esta ocasión el primer baile sobre el balón no fue un adorno, sino el anuncio de una actuación portentosa que se inclinó hacia la banda izquierda porque descubrió allí el lugar por donde penetrar en la defensa de la Juve. Y allí estaba, claro, Roberto Carlos, afilado como en los viejos tiempos. Antes de que se cumpliera la media hora, Roberto ya había regalado dos pases de gol a Ronaldo y Raúl, el primero tiró alto y el segundo se estrelló en el larguero.

Pese a su dominio recién estrenado, el Madrid no tardó en mostrar todas sus virtudes y Casillas le sacó un balón envenenado a Emerson. Esa jugada fue el prólogo al gol del Madrid. Beckham botó una falta desde el flanco izquierdo y envió un balón que era un sputnik. Bastaba rozarlo y Helguera lo rozó: gol.

A esas alturas, Raúl Bravo ya había dejado KO a Nedved con un cabezazo involuntario que confundió cráneo con pelota. El checo abandonó el césped como si se hubiera chocado contra la campana de la catedral de Burgos y algo así debió ser. El público temblaba, Nedved no.

La Juve descarada de los primeros instantes dio paso en la segunda parte a un equipo que no tenía otro objetivo que enmarañar el partido y dejar pasar los minutos. Como eso fue evidente para todos, el juego del Madrid se convirtió en una carrera contra el tiempo, Zidane a los mandos.

Todos lo intentaban, aunque no siempre con acierto. Por ejemplo: si Figo fuera bandolero sería, por insistencia y patillas, el empecinado, mil veces se chocó contra los defensas y otras tantas retuvo el balón en exceso. Por delante de él, Raúl desperdiciaba balones de oro y Ronaldo se limitaba a aportar un buen chut junto al palo que despejó el gran Buffon.

La mejor ocasión la tuvo Samuel, quien, por cierto, dejó tatuajes en las piernas de media Juve y reventó un balón de un plantillazo. Un buen testarazo del argentino pegó en el palo a pesar de tener a un par de defensas colgados de su cuello, penalti claro. También reclamó pena máxima el Madrid por un agarrón a Raúl que lo fue y pasó sin castigo.

Así estaba el encuentro, en un puño. Olivera e Ibrahimovic pusieron a prueba a Casillas con dos disparos durísimos que Iker repelió con reflejos. El sueco de apellido bosnio dejó un par de detalles espeluznantes, pero acusa el desmayo de los genios relamidos. Es como si le fastidiara enmendar lo que hacen mal sus compañeros. Zambrotta, estupendo futbolista, era mal aprovechado en el lateral izquierdo, la demarcación que le han inventado para incluir a algún picapedrero en el medio campo.

Luxemburgo sustituyó entonces a Ronaldo por Owen y el Madrid ganó en dinamismo, aunque lo que verdaderamente necesitaba era la participación de Guti, por Figo o por Raúl, nunca por Gravesen, excepcional en defensa y en actitud, torero, vikingo, hulk. La victoria y la exhibición de Zidane no deberían esconder que el juego del Madrid se resiente muchísimo cuando Guti no está. Muy cerca de la conclusión, Raúl Bravo contribuyó con dos cortes rapidísimos que evitaron males mayores e incluso se permitió el lujo de subir la banda, lo que le valió la licenciatura (momentánea).

Y así acabó todo. Sin excesiva alegría en el Madrid y sin excesiva tristeza en la Juve, que se descubrió como un equipo miserable con una daga debajo de la almohada. Por eso no hay que tumbarse en esa cama, allí, en Turín.