El Madrid tira de comodín

Primera | Osasuna 1 - Real Madrid 2

El Madrid tira de comodín

El Madrid tira de comodín

Owen y Helguera resuelven un partido que mereció. Osasuna Morales y Valdo estuvieron soberbios. Casillas fue providencial

El grito de "así, así gana el Madrid" ha tenido una vida azarosa. Comenzó siendo una denuncia de los supuestos favores arbitrales y desde ese lejano día ha sido habitualmente coreado en el mismo instante de producirse estos. Sin embargo, los aficionados madridistas, hartos de esta cantinela, decidieron cambiarle el significado a la expresión y comenzaron a utilizarla cuando su equipo jugaba bien al fútbol, cualidad que ellos entendían que era (y es), por frecuente, la única razón de los numerosos éxitos obtenidos por el club. De modo que el insulto en boca ajena se convertía en elogio en garganta propia.

Bien, pues ayer mismo nació otra acepción de la famosa rima. Cuando el Madrid se puso por delante en el marcador, después de un partido desastroso por completo, varios aficionados de Osasuna gritaron "así, así gana el Madrid", con cierta timidez, eso sí. En esta ocasión no mediaban errores arbitrales ni existía la menor intención de reconocer la remontada del enemigo, por favor. Esta vez el grito guerrero se transformó en un suspiro de impotencia, un desconsuelo, un bolero, lo tuyo es puro teatro, así gana el Madrid, snif, y nadie tiene la culpa, la vida, si acaso.

Sí, nadie tiene la culpa de la derrota de Osasuna, ni siquiera el portero, al que ahora se querrá hacer responsable por la necesidad que tenemos de personificar el infortunio. Sanzol no blocó un cañonazo de Roberto Carlos de los que no bloca nadie y luego fue culpable de no atrapar (o de no despejar de puños, más bien) una falta lanzada por Beckham que buscaba un rematador en el segundo palo y al final lo encontró. Pero esos errores no son suficiente para valer una condena. Osasuna jugó 75 minutos formidables, impecables, con numerosas ocasiones de gol que, o se fueron fuera, o las desvío el impagable Casillas. Durante ese tiempo no hubo rastro del Madrid. Y si nada de eso tuvo premio (ni castigo) fue, más que por el mérito rival, por la suerte, el destino, la vida, qué se yo, quizá por las probabilidades que asisten siempre al mejor y que se traducen en monedas que caen casi siempre del mismo lado y en balones que acaban siendo dados repletos de seises.

Por eso no deberían colgarse muchas medallas ni el Madrid ni Luxemburgo, que en esta ocasión sólo podrá presumir de su buena estrella, algo que le revienta y le hace recordarnos de inmediato todos sus títulos en Brasil, como si eso no lo pudiera conseguir alguien que sólo tuviera suerte. Sólo no, pero tambi le recuerdo que en el fútbol la suerte empieza siendo brasileño. Luxe, que ganó al estilo del Calderón, ha igualado el récord de siete victorias de un entrenador debutante, algo que no se consigue únicamente con fortuna, aunque ayuda.

No dudo de la capacidad de Luxemburgo, ojo, pero entiendo que ayer se le escapó una buena oportunidad de enseñar un Madrid distinto en el tipo de escenario en el que se repite, desde hace tiempo, el peor Madrid posible: campo enemigo, presión rival y grada en contra. En esas condiciones, el Madrid repitió la actitud indolente y apesadumbrada que suele. Ni un plan, un pleno zarandeo sin respuesta. Ni siquiera el entrenamiento al que se sometió a los centrales sirvió para frenar a Morales, sobre el que se colocó en las jugadas a balón parado a Gravesen, que ayer fue utilizado, casi exclusivamente, en su papel de primo de Zumosol.

Luxemburgo se equivocó al conceder el eje del equipo al danés y al desplazar a Guti, que se sintió desplazado y apenas intervino en el juego. El Madrid tardó ocho minutos en cruzar el centro del campo. Zidane rememoró sus legendarias ausencias fuera de casa y Beckham, conviene asumirlo, es un buen aderezo pero no un plato principal. Mientras, Raúl se debatía entre el cero y el negativo y seguía viviendo de su gran historial. Se echaba de menos a Figo. Y sin carreteras abiertas hacia su posición, Ronaldo era un poste, bien podría haberse quedado en casa probándose el chaqué.

Primer gol. Webó, que debería poner una tilde al nombre que adorna su espalda, hizo justicia a la magnífica disposición de Osasuna con un gol fantástico que se tragó un poco Helguera, que llegó tan tarde que no llegó. En la jugada intervino decisivamente Morales, auténtica pesadilla para la zaga del Madrid, a la que sólo le faltó sacar una escalera para defenderle; Gravesen optó, en cambio, por minarle los cimientos.

Así finalizó la primera parte, a la espera de que Luxemburgo se sacara algo de la chistera o del extraño turbante sij que se colocó como capucha. Su primera decisión no llegó, sin embargo, hasta el minuto 61: Solari por Gravesen. El primer resultado es que el Madrid ganó en profundidad, ya era algo. Sin embargo, Osasuna seguía acumulando oportunidades, esta vez lanzado por un fabuloso Valdo que tomó el relevo de Morales. El ex madridista estrelló un tiro en el larguero y puso a prueba los muelles de Casillas con una vaselina deliciosa.

A falta de un cuarto de hora entró Owen por Guti, con lo que el Madrid y su entrenador renunciaban a la lógica (adiós centro del campo) y recurrían a la inspiración improbable. Y bingo. Una falta en la frontal percutida por Roberto Carlos fue rechazada por dos veces por Sanzol, la segunda a tiro de Raúl. Pero el balón salió loco del tumulto y Owen lo cabeceó a la red con estilo culebrilla. El inglés, que a falta de leyenda se está haciendo un currículo en España, volvía a poner en evidencia la injusticia de que juegue Raúl en su lugar.

Y casi inmediatamente, sin tiempo para que Osasuna digiriera el golpe, se produjo una jugada similar. Becks buscó el segundo palo y Helguera aprovechó que el balón era una pescadilla entre los guantes de Sanzol. Increíble, pero cierto, el Madrid por delante y los gritos citados. Victoria en El Sadar después de cinco años y, lo más asombroso, conseguida con el mal juego de siempre.

No se le puede reprochar al Madrid la buena suerte, ni lo pretendo, pues la fortuna forma parte del juego en cualquiera de sus variedades. Pero da la impresión de que el Madrid de Luxemburgo necesitaba despegar en un partido así, pues todo lo que había logrado hasta ahora, algunas actuaciones sobresalientes en el Bernabéu, ya lo habían logrado otros, incluido Queiroz. Cambiar el rumbo del Madrid es hacerlo ganador y dictador en los campos hostiles, lo demás es ilusión sin excesiva sustancia. O con sustancia, pero sin demasiado alimento, porque el Madrid sigue a cuatro puntos del Barça, que acabó el sábado como un héroe y terminó el domingo como un fugitivo.

Florentino bajó al vestuario

Florentino Pérez bajó al vestuario madridista nada más terminar el encuentro para felicitar a los jugadores y a Luxemburgo por el importante triunfo conseguido ayer en El Sadar. El presidente del club blanco estuvo acompañado por Antonio García Ferreras, director general de Comunicación y Contenidos del conjunto madridista.