Prosigue la persecución, que no tendrá como objetivo recortar la ventaja del Barcelona, sino mantener la distancia, nueve puntos, justo la diferencia que permite distinguir al perseguido en el horizonte, uno más podría borrar definitivamente su silueta, jamás ganó la Liga el equipo que estuvo a diez puntos del líder en algún tramo del campeonato, nunca se logró.
Venció el Barça, nada le influyó dejar en los cajones la camiseta clásica y vestir con un esquijama azul porque nada le influye ni le traumatiza y hay ropas con el poder de hacerlo, recuerden cuando eran niños y les ponían el verdugo de lana. Y esa victoria presiona al Real Madrid, que no puede permitirse ni un error, que debe sobreponerse al relax que ha provocado, seguro, la clasificación en Champions, las palmaditas en la espalda.
Se espera que García Remón vuelva a contar con el equipo de gala, las burbujas de Freixenet, aunque durante buena parte de la semana ha corrido el rumor de la rotación secreta e inesperada, quizá Owen o Morientes, y sería raro porque ya no hay compromisos entre semana, pero no descarten nada porque en cualquier momento el entrenador invisible se raja la camisa y nos deja ver el escudo en el pecho: Supermariano.
Como suele ocurrir, Ronaldo vuelve a acaparar el foco del partido, por cualidades y simpatía, por su accesibilidad y por su valentía para aceptar los desafíos que él mismo se lanza: 35 goles. Y lleva diez. Ayer, en conferencia de prensa dio una lección de humildad al admitir que su nivel no es bueno en todos los partidos. Y lo dijo con normalidad, sin rasgarse las vestiduras y sin sentirse ofendido por la pregunta.
También habrá que estar atentos a Raúl, que, para esconder su crisis, lleva meses tirando del crédito que da ser un mito del madridismo. Y no le debe quedar mucho. Trabaja como un condenado, lucha y colabora, pero no hay rastro de su chispa. Hasta Figo le ha arrebatado últimamente la bandera del equipo.
Frente al Madrid estará hoy la Real Sociedad, un equipo con un aire elegante, por lo que sea, por el club, por la ciudad, por el estadio, por el azul y el blanco, los mismos colores de las lonas que se despliegan en La Concha y en las playas aristocráticas (quedan pocas). Por eso o porque fue enemigo ilustre por el título de Liga, en los ochenta y hace sólo dos temporadas, la visita de la Real al Bernabéu se encuadra en el capítulo de visitas ilustres, partido especial, prestigioso, aunque hoy vestirán de rojo tomate frito.
Amorrortu se presenta con un equipo repleto de canteranos en busca de consagración, algunos de ellos tan exquisitos como Xabi Prieto, autor de una exhibición la pasada temporada, inmenso y burlón, penalti de Panenka incluido. Al frente de todos ellos, Kovacevic y Nihat, dos puñales que hieren incluso sin estar afilados. Karpin será baja (y dolorosa). Detrás, un joven portero que hace honor al apellido, Riesgo: diez remates se han estrellado en sus postes.
El Madrid, Ronaldo, la Real, sus chicos y el Barcelona en el horizonte, todavía se distingue. Veremos después.
Iker, brazalete anti racismo
Sánchez Broto (Getafe) propuso que los porteros vistieran esta jornada de negro para luchar contra el racismo. Iker se sumará a la reivindicación y, aunque irá de gris, lucirá hoy un brazalete negro.
