Abonados a la angustia

Liga de Campeones | R. Madrid 1 - Bayer 1

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Sufridísimo empate del Madrid. Se adelantó el Leverkusen. Figo falló un penalti. La clasificación a octavos se decidirá en Roma

El Madrid se jugará en Roma, estadio vacío y rival sin expectativas, la clasificación para los octavos de final de la Champions, pues no fue capaz de vencer al Bayer Leverkusen, un equipo que no es nada del otro mundo (y a Dios gracias) y que se jugará el pase en su estadio ante el Dinamo. El 1-1, visto lo visto, también es un buen resultado para el Madrid, pues estuvo muerto más de una hora y al final salió vivo del fusilamiento de los últimos minutos, cuando los alemanes tuvieron al menos dos ocasiones clarísimas que fallaron porque estaban contentísimos con la igualada y porque habían venido a empatar, una orden es una orden. Tan crudo fue el tiempo de prolongación que García Remón estuvo a punto de meter a Owen y Solari en el campo para perder tiempo (se supone), algo que molestó mucho a algunos espectadores.

El partido fue un inmenso bocadillo de pan con pan con una única loncha de jamón (York) con vetas: los pocos minutos en los que el Madrid, con el marcador en contra, se lanzó a un asedio anárquico y loco, repleto de ocasiones que parecía imposible fallar y que se fallaban, rebotes, tropezones y los alemanes rezando.

Esos momentos de bravura desatada coincidieron con la entrada de Morientes, que sustituyó a Beckham. El inglés salió del terreno de juego musitando palabras que no parecían de amor y se fue directo al vestuario, un gesto caprichoso, infantil e insolidario, más aún cuando se había limitado a correr como vaca sin cencerro. Hay quien asegura que enfadar a algunos cracks será la única forma de desprenderse de ellos al final de la temporada. La gente es mala.

Desde la entrada del Moro hasta el penalti fallado por Figo existió el Madrid. Ni antes ni después. En ese intervalo se concentró todo lo bueno. Lo mejor fue la arrancada de Figo, su pared con Zidane y el pase de la muerte que aprovechó Raúl.

El Bayer se quedó entonces como esos coches que se han salido en una curva y penden del acantilado, mitad en la carretera y mitad en el abismo. Bastaba soplar. Ronaldo remató al palo y el coche crujió un poco, crunch, clinc. Y el empujón definitivo lo intentó Zidane. El francés provocó un penalti casi idéntico al que le hicieron en Málaga, en la cornisa del área grande. Esa bicicleta que hace debe soltar las piernas de los defensas como si las golpeara el martillo del médico, porque no se recuerdan zancadillas más tontas. Figo lanzó y Butt despejó con las yemas de los dedos. En este caso fue mejor la paradiña del portero que la del lanzador.

No hubo fuerzas para más. O tal vez se esfumó el estado de inspiración o quizá alguien miró al marcador y echó cuentas y no supo ya si ir hacia atrás o hacia delante. O es posible que fuera todo a la vez. El caso es que lo que minutos antes era una jauría se convirtió de pronto en un ejército que volvía de una batalla, desperdigado.

El Bayer se vino arriba, más que por propia voluntad porque le dejaron de empujar y entonces llegaron esas ocasiones que comentamos, todas al limbo.

El partido despertó pronto los pitos y acabó con ellos, el público desazonado, inquieto. En la primera parte, a pesar de la importancia del encuentro, no había ritmo, ni pulso, sólo la pasión que ponía Raúl, que era muchísima, arriba y abajo, pocas veces un jugador es de forma tan evidente el corazón de su equipo. Hasta se le entendió un grito: "¡Abrir por las bandas!". Buen consejo si hubiera bandas.

El gol del Leverkusen nació de una falta innecesaria de Samuel, por lejana y por fea. Luego esa jugada derivó en un pase que remató Voronin al largero. El rebote de ese balón envenenado fue a la cabeza de Samuel, que en lugar de despejarlo, lo volvió a meter en la olla en forma de asistencia a Berbatov.

Yo no digo que Samuel sea malo, ningún futbolista malo llega a ser internacional (a excepción del brasileño Serginho, España 82), ninguno se cuela hasta tan lejos (excepto Secretario) y ninguno amasa una fama tan prodigiosa, incuestionable hasta hace poco. Probablemente nos hayamos obcecado y Samuel sólo tenga mala suerte, la misma que condenó a Spasic. Lo cierto es que hasta el momento ha marcado un gol y ha dado dos (al enemigo).

Si no hay crisis, se le parece. La misma que se arrastra durante toda la temporada y la misma que no ha impedido al Madrid hacer grandes partidos cuando ha coincidido el talento de dos o más figuras. El equilibrio inestable que consiguió García Remón ha vuelto a desmoronarse y para restablecerlo será necesario modificar el equipo titular, aunque eso incendie el polvorín. Ya no se puede esperar a que se lesione un crack para rotar. Deben jugar los que están bien. Parece fácil, pero es una revolución.