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Yo digo | Jorge García

Un refuerzo para hacer feliz al Niño

Actualizado a

Los tres partidos del Atlético que tuvimos el gusto de sufrir la semana pasada han demostrado que lo de los refuerzos en diciembre es ya una razón de estado. Seguro que cualquiera saca una lectura táctica digna de Arquímedes sobre la necesidad de un fichaje para la derecha o para la izquierda, pero todo ello se puede simplificar en el gran dogma que impera en este momento en el Atlético: la felicidad de Torres. Mi gusto por el fútbol de bloque sólido y de un equipo que funcione por encima de la falta de alguna de sus piezas me incitaría a venderles esa idea colectiva. Pero en el caso del Atlético, tras once partidos de Liga y dos de Copa, es distinto. Me preocupa el gesto crispado de Torres cada vez que una pared le llega larga, o su rictus de impotencia cuando un pase sobrevuela a cinco pies de su cabeza sin que pueda hacer, ni siquiera, un intento de remate.

Con la felicidad de un Niño no se juega, y menos si ha marcado la mitad de tus goles. Comentaba Garci que el Atlético debe construir en torno a Torres y no le falta razón. En este momento, si yo fuera uno de los técnicos rojiblancos, me preocuparía saber cuál es el estado emotivo del crack hasta en el momento en el que acabe su leche con galletas antes de acostarse. La derecha es un asunto capital y el Atlético debe invertir para suturar ese problema. No vale que ande regateando, se gaste la mitad para cambiar una pieza del tubo de escape y dentro de seis meses lo tenga que poner entero. Wright-Phillips es un extra de lujo, que además viene al pelo para ese carácter explosivo que necesita reencontrar el Atlético en las bandas. Es caro, pero no siempre se puede encontrar un Perea. Además, ya saben que no hay mejor recompensa que la sonrisa de un Niño.