Escándalo Margüenda

Primera | Atlético de Madrid

Escándalo Margüenda

Escándalo Margüenda

Atlético y Zaragoza protagonizan duelos de enorme rivalidad desde la década de los sesenta. El año pasado, dos tantos de Toledo en el último minuto dejaron a los rojiblancos sin UEFA. Pero el choque más recordado es el de la temporada 80-81, cuando un arbitraje escandaloso dejó al Atlético sin Liga.

Después de disputar tres partidos lejos del Calderón, el Atleti vuelve a casa. La victoria en Orense no mitiga los disgustos de Sevilla y Mestalla, este de tono menor gracias al golazo de Fernando Torres. El nuevo rival es el Zaragoza que acaba de vapulear en La Romareda al verdugo de los rojiblancos en el estadio Sánchez Pizjuán. Maños y colchoneros vuelven a enfrentarse en un encuentro que desde hace muchos años está teñido de enorme rivalidad. Sin ir más lejos, la pasada temporada el triunfo zaragocista en el Vicente Calderón, con dos goles de Toledo en el último minuto, impidió al Atleti conseguir una plaza en la Copa de la UEFA.

Los grandes duelos entre colchoneros y blanquillos comenzaron en la década de los sesenta. Hasta entonces apenas se habían enfrentado en igualdad de condiciones, dada la gran superioridad del equipo madrileño sobre el zaragozano. A pesar de ello su primer enfrentamiento en la División de Honor había visto una victoria del entonces Zaragoza F.C. sobre el Athletic-Aviación Club en el año 1939. Fue un extraño partido en el que el futuro campeón de Liga llevaba ventaja en el marcador cuando apenas quedaban diez minutos de juego. Y perdió con un 4-3 que hizo héroe al oviedista Antón, que jugaba con una boina encasquetada hasta las cejas. El Oviedo ese año no pudo disputar la Liga por tener su campo destrozado durante la guerra y cedió a Soladrero y Antón al conjunto aragonés, que debutaba en la Primera División.

Recuerdo un triunfo en el viejo Torrero por 0-5 cuando formaban la delantera rojiblanca Juncosa, Ben Barek, Pérez Payá, Carlsson y Escudero y años después una exhibición de Vavá, el campeón del mundo brasileño, que le marcó cinco goles en el Metropolitano a Las Heras. Tampoco era coja la línea atacante de aquel día: Miguel, Mendon-ça, Vavá, Peiró y Collar. Alberto Callejo y el galgo de Cuatro Caminos, con el mañico José Luis García Traid, redondearon el 7-1 que reflejó el marcador final.

Los sesenta.

El Zaragoza se había asentado en la máxima categoría y fue conjuntando un gran equipo cuya línea delantera fue bautizada como Los Cinco Magníficos. Canario, Santos, Marcelino, Villa y Carlos Lapetra hicieron historia a orillas del Ebro. También el Atleti figuraba entre los grandes y sus duelos en Liga y Copa se hicieron decisivos. Ambos equipos figuraban en puestos cabeceros cuando les tocó enfrentarse en diciembre de 1964. Fue un partido de claro dominio rojiblanco en el juego, que degeneró guerra total. El soplapitos de turno no supo frenar la violencia y Collar resultó con una pierna fracturada. Se perdió el partido y también al gran capitán para el resto de la temporada. Además, el entrenador rojiblanco, Otto Bumbel, y su jugador Jesús Glaría fueron suspendidos con doce y seis partidos respectivamente por dirigirse al colegiado para recriminar su actuación. Fueron años en que la rivalidad saltaba a cada paso y en los que el Zaragoza sacaba mayor ventaja del nerviosismo colchonero. En los setenta las aguas volvieron a su cauce y el Atleti volvió a manifestar una cierta superioridad.

El gran escándalo sucedió en 1981. El Atleti se encontraba en disposición de conquistar un nuevo título liguero. Era necesaria la victoria y, a los nueve minutos, Miguel Ángel Ruiz situó en ventaja a los rojiblancos. No sirvió de mucho. Ahora José Luis García Traid se sentaba en el banquillo colchonero y otro aragonés, Alfonso Cabeza, regía los destinos del club. De nada sirvió el paisanaje.

El gran robo.

Los jugadores blanquillos desataron una violencia inusitada sobre el terreno de juego y el árbitro la contempló con suma complacencia. Ignoró dos penaltis de libro en el área blanquilla y señaló la falta dudosa en el área rojiblanca que significó el empate. Anuló un magnífico gol de Dirceu; expulsó a Marcos por la primera reacción airada ante la enésima entrada canallesca de un rival; cuando el campo ya era un clamor de protestas remató la faena señalando a Robi el camino de los vestuarios y, además, Valdano marcó el gol que significaba la victoria maña. Faltaban tres minutos para finalizar el partido y la Liga se iba al garete. ¡Qué triste e indignante espectáculo! Y todo por la predeterminación de un árbitro decidido a que los rojiblancos no fueran campeones. Álvarez Margüenda fue la mano negra que utilizaron los poderes fácticos para que el conflictivo doctor Cabeza no pudiera retratarse con el trofeo de campeones. Llevo más de cincuenta y cinco años viendo partidos de fútbol por todo el mundo. He visto arbitrajes deleznables, dignos de infundir las mayores sospechas de todo tipo. Pues bien, como el de ese día ninguno. Fue un descarado robo.

El presente.

Hace años que Zaragoza y Atleti no viven sus mejores tiempos, aunque el club maño haya conquistado merecidamente dos importantes títulos en los últimos meses. Ambos pretenden renovar viejos laureles y en camino se encuentran para ello. Por eso el partido del próximo domingo adquiere los caracteres de tiempos pretéritos. El Zaragoza ha reunido una buena plantilla donde destaca la pareja de centrales que forman Álvaro y Milito, unos peligrosos atacantes como Galletti y Savio con la capacidad resolutiva de Villa y la promesa emergente de Zapater. Frente a ellos, la recuperada capacidad defensiva rojiblanca y la duda permanente sobre su eficacia goleadora, demasido supeditada a la inspiración de Torres, a quien César Ferrando no ha sabido todavía rodear de los compañeros más idóneos.