Y se marchó

Y se marchó

Y se marchó, ahora que estamos de 'revival' con José Luis Perales. El Madrid acabó de completar la cuadratura del círculo con la huida hacia ninguna parte de su técnico estrella, el madridista por excelencia, José Antonio Camacho, lateral izquierdo expeditivo que supo salir de una lesión tan grave que su carácter de luchador lo marcó para siempre.

Es difícil explicar cómo el mejor equipo del mundo (nadie tiene cuatro balones de oro) no funciona como el mejor equipo del mundo. Más bien, como un grupo mediocre, donde el brillo aparece de manera esporádica y en acciones individuales, generalmente lejos del fogón, el área rival.

Se dice que cualquier entrenador quisiera preparar al Madrid. Pero resulta que Camacho, no. Y por dos veces. Si antes el cáncer del vestuario lo propagaba Hierro, ahora se apunta a un coro de foráneos más algún nacional descontento. Total, que Camacho, al no verlo claro, opta por dejar el club compuesto y sin entrenador un 20 de septiembre. Que apechugue otro con algo que se asemeja ingobernable y casi monstruoso, el vestuario. Es el mensaje que queda. Cuando mirado desde fuera lo que tiene pinta de ser es una escuela de talentos, con los problemas naturales de los superdotados para integrarse en sociedad. Son como los X-Men contra el mundo.