Marcados por el odio

Marcados por el odio

Frederic Rouquier (1991), Aitor Zabaleta (1998) y, ahora, Manuel Ríos. Descansen en paz toda vez que murieron víctimas del odio.

Circulan por los ambientes futbolísticos españoles, como lamentablemente por todo el mundo, tipos que se sienten duros al abrigo de la manada de lobos. Elementos que se convierten en violentos como distracción, como juego, como protesta de su propia incultura, la raíz del problema. Eso, hasta que se les va de las manos el asunto.

Lo de la noche del martes en Compostela es un poco el no va más, el que alguno de los Riazor Blues, los ultras del Depor, matara a un seguidor de su propio equipo. Su pecado, mediar ante la paliza que le estaban dando a un chaval del Compostela, según las fuentes policiales.

Ya pudo suceder en el Camp Nou el día del Boca Juniors, cuando los Boixos Nois, repudiados por el estadio al grito claro, rotundo y castellano de "hijos de puta", se fueron a buscar pelea contra hinchas de sus mismos colores. Pagaron dos marroquíes, apaleados. Los tres implicados se escaparon de la Justicia. Es una falta, no un delito. Una de las mejores acciones de Joan Laporta, vapuleado por otras, ha sido cortar con su sector ultra, al que se iba a unir Joan Gaspart, tal y como declaró siempre.

Que cunda el ejemplo, que nadie les ofrezca jamás entradas y viajes a precios irrisorios. Es preferible el fútbol-ópera, con espectadores concentrados en el espectáculo y no en la agresión al otro, que el fútbol-grito, con 5.000 tarados cantando sin parar ayudados por el alcohol, las drogas y el odio hacia el rival o hacia el compañero de asiento si les recrimina su actitud.

Lo de Santiago es un paso hacia adelante en algo tan sencillo de atajar como tomar el DNI a cada ultra que pasa por un torno de un fondo. O aplicar aquél "reservado el derecho de admisión", que podría ser sólo por el aspecto, generalmente delatador. Ya en el Bernabéu se les acabó a los Ultras Sur la llamada 'barra libre': no pueden salir a seguir bebiendo en el descanso. Todas son medidas positivas hasta la definitiva: abolición de los símbolos radicales y que pasen lista en los fondos de los estadios. El que tenga antecedentes, a la calle. Como el cafre de Langreo, ese padre de familia que fue al fútbol con navaja y no para cortar el pan del bocadillo.